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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El “combo peligroso”

El colapso parcial de un edificio de 14 pisos en Surfside, en el sur de Florida, me hizo recordar un trabajo que publicó LISTÍN DIARIO bajo mi firma el 29 de septiembre de 2017, titulado El país no está preparado para un gran terremoto.

El edificio construido hace 49 años cerca de Miami Beach será demolido y la tragedia que ya ha dejado 22 personas muertas y 126 desaparecidas, ha provocado la revisión de otras edificaciones con fallos estructurales para prevenir más catástrofes de igual o peor magnitud.

Durante los últimos días se han intensificado los temores de que la estructura dañada pudiera derrumbarse por completo, poniendo en peligro la vida de rescatistas que aún buscan sobrevivientes debajo de los escombros.

En el país hace tiempo que edificios antiguos y otros de reciente construcción en lugares inapropiados, ameritan una evaluación para determinar si pueden seguir operando o necesitan ser reforzados.

Paradójicamente, el mismo día de la tragedia en Maimi, la Alcaldía del Distrito Nacional cerró un parqueo ubicado en la calle José Reyes de la Ciudad Colonial, para prevenir un colapso debido a las fallas detectadas en la estructura.

En el reportaje que les mencioné al principio de este artículo, la Sociedad Dominicana de Sismología e Ingeniería Sísmica (Sodosísmica) advirtió en ese entonces que con un terremoto por encima de 7 en República Dominicana, hay que esperar muchos edificios en el suelo y mucha gente muerta.

La entidad sugirió también evaluar los pasos a desnivel, el túnel de la 27 de Febrero, puentes y cerca de 6,000 escuelas en condición de vulnerabilidad, incluidas 200 ubicadas sobre fallas sísmicas activas.

El geólogo Osiris de León, quien por años también ha llamado la atención sobre este tema, indicó en aquella ocasión que si en el país ocurriera un seísmo como el del 4 de agosto de 1946, dejaría un panorama de tierra arrasada en muchas zonas importantes.

Podría parecer una premonición alarmista, pero que debería tomarse en consideración, especialmente por la poca importancia que damos en el país al mantenimiento de obras públicas y a la supervisión de nuevas edificaciones, incluso del sector privado, y ni hablar de las que realizan ciudadanos sin ningún control.

Otros de los inconvenientes que podríamos enfrentar sería la incapacidad de retornar rápido a la vida normal después de una sacudida de gran magnitud, insuficiencia de equipos para buscar sobrevivientes en estructuras colapsadas, la dificultad para trasladar heridos a centros asistenciales por la caída de puentes o el corte de carreteras y la escasez de sangre para eventuales víctimas, un problema que, según la Cruz Roja, se ha agravado por la escasez de donantes durante la pandemia del Covid-19.

Se trata de un “combo peligroso” que han obviado los gobiernos durante décadas, pero al que debe darle el frente cualquier país que valore el don más preciado del ser humano: la vida.

Ese edificio de Miami colapsó sin que hubiera de por medio un temblor de tierra, simplemente por fallas estructurales que habían sido identificadas, pero a las que no hicieron caso las autoridades encargadas de velar por la seguridad de los inmuebles.

En la isla Española hay cerca de 14 fallas sísmicas activas, así que solo queda recordar, con el drama ocurrido en Miami, el refrán que reza “cuando veas la barba de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.

Y mientras esperamos que así sea, pedirle a Dios que reparta suerte.

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