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Sin descanso eterno

La tumba es el lugar para el descanso eterno de las almas de los difuntos.

Pero aquí hay muchos desaprensivos que se empeñan en malograrlo.

Son los que sistemáticamente profanan mausoleos, panteones o nichos para sustraer ataúdes, ornamentos, puertas o rejas, y hasta cadáveres.

Es una imagen bochornosa la de las osamentas dispersas sobre o alrededor de tumbas violadas, que permanecen tanto tiempo como el descuido de las autoridades o de los mismos deudos lo permite.

Este es un mal que, por lo visto afecta a los cementerios públicos del país, sin que los responsables de su cuido hayan hecho el trabajo que les corresponde para evitar tales desmanes.

Estos actos de profanación constituyen una afrenta a la dignidad de los difuntos y un inadmisible irrespeto a sus deudos.

A esto se agrega el mal estado de esos camposantos, reflejado en el deterioro de sus calles, en la acumulación de basura y en la poca seguridad para los que asisten a entierros o van a recordar a sus parientes idos.

Esa realidad la palpamos en el cementerio Cristo Redentor y ahora en el Cristo Salvador, lo que confirma que es un caos generalizado.

En dos semanas se conmemorará el Día de los Difuntos y es una pena que los lugares llamados a reservarles el descanso eterno representen todo lo contrario.

Esto es otra evidencia de los ejemplos de degradación social y pérdida de valores en que ha caído nuestra sociedad.

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