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QUO VADIS

Saludo al muerto

Una vez ajusticiado el dictador, el 30 de mayo de 1961, fue discurriendo la historia del hallazgo del cadáver en el baúl de un vehículo en la casa de José Tomás Báez Díaz, llevado al Palacio Nacional para su embalsamamiento por el Dr. Abel González y luego los actos del sepelio y su entierro el 2 de junio en el sótano de la iglesia de San Cristóbal.

Ramfis, el hijo mayor del tirano, sacó furtivamente el cadáver de su padre de la cripta, antes de partir al exilio en el yate “Presidente Trujillo” hacia Guadalupe, desde donde tomó un avión a París, y colocó el féretro en otro buque, el yate Angelita, que partió el día antes que él, el 17 de noviembre de 1961, desde el puerto de Andrés.

Pero, el yate a la mitad del trayecto a Francia fue obligado a retornar, por petición de las autoridades dominicanas, que vislumbraban el saqueo a que fueron sometidas las arcas dominicanas, pues se presumía que se llevaban una fortuna en dólares, comprobándose la veracidad del hecho. Lo que nadie sabía era que también en esa embarcación iba el cadáver de Trujillo.

Una vez en puerto dominicano la embarcación, se cuenta que Ramfis, que ya se encontraba en Paris, llamó a un par de sus amigos de la cofradía para que fueran a buscar el féretro del sátrapa y lo custodiaran hasta su reembarque.

Esos dos personajes fueron en una camioneta y pusieron el ataúd en la cama de la misma y salieron raudo y veloz con destino desconocido a guardar y preservar el cuerpo sin vida del dictador.

Pero en el camino se encuentran con una patrulla que los detiene para requisar y hacer las inspecciones de lugar sobre que llevaban en esa camioneta a altas horas de la noche.

Cuando el teniente de la patrulla, le pregunta al conductor: ¿Qué usted lleva ahí detrás? Le responde: al Jefe.

El teniente le dice que se desmonte de inmediato y abra esa caja que lleva detrás, acercándose todos los de la patrulla alrededor de la cama de la camioneta.

Cuando se abre la tapa del ataúd y ven el cadáver de Trujillo, la reacción de todos los militares que se encontraban en el retén fue la de cuadrarse ante el féretro y hacerle el saludo militar.

Los encomendados para el traslado, reconocidas figuras trujillistas, siguieron su camino con el cadáver, aún con miedo por la ocurrencia de aquel hecho. Quizás pensaban que el muerto se iba a levantar del ataúd. Hasta el colmo que uno de ellos comentaba, que sentía cómo se movía dentro del ataúd.

Algo insólito e increíble, pues hasta después de muerto infundía temor. Las indumentarias del poder que representó hacían que estos militares dispensaran ese trato. A través del tiempo, a más de 60 años de su muerte, aún subsisten muchos de sus mitos y leyendas. Así se ha ido escribiendo nuestra historia.