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Dossier Diplomático

“Diplomacia científica”: sus desafíos

En la actualidad, los asuntos de carácter científico se han convertido en un instrumento estratégico para la formulación y dirección de la política exterior del Estado y para la diplomacia como instrumento de ejecución, por excelencia, de esa política.

Este nuevo papel de la diplomacia, que se ha denominado “diplomacia científica”, es el resultado de una redefinición de los retos mundiales, que se centran ahora en el cambio climático, la seguridad alimentaria y la necesidad del agua y la salud global, enfocando la política exterior a las exigencias de “la sostenibilidad global” y la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” (J. Beddington).

A este respecto, los principios y valores de naturaleza científica, como “la racionalidad, la transparencia y la universalidad” contribuyen a mejorar la gobernanza global (A. Roig), mientras que el denominado “soft power” en la ciencia promueve la participación y el libre intercambio de ideas, favoreciendo el progreso, la innovación y la paz en las relaciones internacionales.

Por otra parte, en la medida en que la prosperidad y el éxito económico de un país dependen cada vez más de la capacidad para atraer talento y capital, adquieren mayor relevancia las estrategias para valerse de los activos científicos y tecnológicos con objeto de asegurar ventajas competitivas en el nuevo orden global (Flink/Schreiterer).

En este contexto, sostiene C. Kaltofen, resulta fundamental la “diplomacia científica”, entendida como una modalidad de ejecución de la “diplomacia convencional” consistente en un conjunto de acciones llevadas a cabo para promover la colaboración bilateral y multilateral a través del conocimiento, de la ciencia, de la tecnología y de la innovación. La reciente crisis de la pandemia del Covid-19 demuestra el inmenso potencial de la ciencia y de la “diplomacia científica” a largo plazo, así como la importancia de integrar la investigación científica en los centros de toma de decisiones a nivel internacional.

La cooperación internacional en ciencia y tecnología es impulsada por los investigadores, y promovida por las políticas públicas, contando con la financiación de los organismos internacionales (R. Adler-Nissen), lo cual ha conducido a un proceso de globalización de la investigación científica (Wagner/Leydesdorff).

La “diplomacia científica” constituye una forma de la llamada “diplomacia de influencia”, por medio de la cual los países comparten y transmiten valores y reproducen sus propios modelos culturales (Pierre-Bruno Ruffini). En esa dinámica, los países movilizan recursos tales como la imagen, la reputación, el prestigio, los activos culturales, el conocimiento científico y “el capital tecnológico” (Cooper/Heine/Thakur).

Sin lugar a dudas, la ciencia y la tecnología son fundamentales para atender diversos desafíos de este tiempo y en ese contexto la efectiva aplicación de la “diplomacia científica” requerirá que los responsables de la formulación de las políticas públicas de los Estados incorporen “un asesoramiento científico consistente” (N. Fedoroff).

Dado que uno de los objetivos de la política exterior de la República Dominicana, conforme a la Ley Orgánica del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Servicio Exterior, es defender el patrimonio histórico, científico, cultural, social y económico, en artículos posteriores se consignarán las normas, acciones, entidades y ejecutores de la “diplomacia científica” en nuestro país.