A Educación que se ocupe de lo suyo
Los edificios escolares abandonados son el símbolo de un problema más profundo: un Ministerio de Educación secuestrado por la burocracia, la politización y funciones que nada tienen que ver con su razón de ser.
Es hora de desconcentrar lo accesorio para enfocarse en lo esencial.
Decenas de escuelas fantasmas -en terrenos sin titularidad, en zonas con baja demanda estudiantil o cerca de otros centros educativos- son el resultado de una planificación centralizada, opaca y, demasiadas veces, motivada por intereses ajenos a la pedagogía.
La infraestructura escolar no debería depender de un ministerio que, por tener tan apetitoso y voluminoso presupuesto, ha sucumbido ante su propio gigantismo.
Tanto es así que se ha convertido, también, aparte de constructor y gestor de obras, en proveedor de uniformes y administrador de alimentos, en lugar de ser el rector de la calidad educativa.
¿Por qué el Ministerio de Educación sigue encargándose de construir escuelas cuando existe un Ministerio de Vivienda e Infraestructura?
¿Por qué asume roles logísticos que podrían ser tercerizados o transferidos a otras entidades especializadas?
La respuesta es clara: controlar el dinero otorga poder, pero ese afán ha desviado el foco de su misión principal.
Desconcentrar estas funciones no es solo una medida de eficiencia; es una urgencia.
Que el Ministerio de Educación se ocupe de formar docentes, innovar en metodologías y garantizar aprendizajes, no de resolver escándalos de corrupción por compra de terrenos o de lidiar con contratos de construcción.
El Estado tiene otras instancias para eso.
Mientras siga atrapado en labores ajenas a su núcleo, la educación seguirá postergada.
Basta ya de edificios vacíos y ministerios sobrecargados: descentralizar o desconcentrar es el primer paso para recuperar el rumbo.