AGENDA SOCIAL

Poliunidad

En un mundo sacudido por múltiples crisis superpuestas se ha popularizado el término “policrisis” para describir esta complejidad caótica, tema sobre el que hemos escrito en otras ocasiones. Esta palabra, acuñada desde las élites académicas y diplomáticas, recoge una sensación global de desborde e incertidumbre, porque ya no enfrentamos una crisis a la vez, sino una constelación de crisis que se alimentan mutuamente, desafiando nuestra capacidad de comprender y responder desde las herramientas tradicionales del pensamiento económico y político.

Esto ha llevado a que algunos académicos se pregunten qué pasaría si esta situación de aparente colapso no fuera únicamente una amenaza, sino también una oportunidad histórica para replantear los fundamentos del desarrollo. La académica Yuen Yuen Ang, profesora de economía política en la Universidad Johns Hopkins propone un concepto audaz y transformador, denominado “poliunidad” (polytunity), refiriéndose a la posibilidad de que este momento de disrupción múltiple también sea un catalizador de cambio estructural, creativo y justo.

El punto de partida de Ang es claro: la forma en que pensamos y hacemos desarrollo está anclada en un paradigma mecánico e industrial-colonial, heredado de los siglos XVIII al XX. Este paradigma ve el progreso como una trayectoria lineal y predecible, con una receta universal que todos los países deben seguir, que busca pasar de lo rural a lo urbano, de lo pobre a lo rico, de lo tradicional a lo moderno, de lo autoritario a lo democrático liberal. Este enfoque asume que existe un “modelo ideal”, mayormente occidental, al que los demás deben aspirar. Es una visión que simplifica la complejidad, ignora las realidades locales y refuerza relaciones asimétricas de poder.

En contraste, Ang propone lo que llama una economía política adaptativa, inclusiva y moral (AIM). Esta nueva perspectiva parte de reconocer que las sociedades humanas son sistemas complejos, no complicados. Mientras que una máquina (como una tostadora) se puede entender por el ensamblaje de sus piezas, las sociedades (como los bosques) están conformadas por múltiples agentes que interactúan, se adaptan y evolucionan de formas no lineales. Por tanto, no es posible “arreglar” una crisis social con una única solución técnica o replicando modelos foráneos. Las respuestas efectivas deben surgir de la experimentación local, el aprendizaje continuo y la capacidad de aprovechar lo que ya existe en cada contexto.

Este enfoque es particularmente relevante hoy. El concepto de poliunidad nos interpela a dejar de ver el presente como un túnel oscuro sin salida y empezar a visualizarlo como una bifurcación histórica. ¿Qué pasa si, en lugar de reaccionar con nostalgia por el orden perdido, nos abrimos a la posibilidad de construir un nuevo orden más justo y sostenible?

En lugar de importar recetas institucionales del norte global, los países del sur pueden generar soluciones a partir de sus propias realidades. Es lo que Ang llama “usar lo que tienes”, movilizar recursos, saberes y prácticas locales para detonar procesos de desarrollo endógeno.

La poliunidad también tiene un componente profundamente político que implica desafiar el monopolio de la legitimidad epistémica y moral que han ejercido históricamente ciertos centros de poder global. La “policrisis” sigue siendo un diagnóstico elitista, pesimista, centrado en Europa y Estados Unidos, que rara vez reconoce las formas de resiliencia e innovación que emergen desde África, América Latina o Asia. Para Ang, esto es un sesgo que limita la imaginación política global. Superarlo requiere no solo nuevas ideas, sino nuevas voces liderando el debate.

El caso del cambio climático es ilustrativo. Mientras los países desarrollados se estancan en debates burocráticos o impulsan soluciones tecnocráticas de alto costo, muchas comunidades indígenas y rurales están recuperando prácticas de sostenibilidad ancestral, agricultura regenerativa o gobernanza comunal del agua, que ofrecen alternativas concretas y replicables.

En definitiva, pasar de la policrisis a la poliunidad no es un simple ejercicio semántico. Es una invitación a cambiar el paradigma desde el cual leemos la realidad y diseñamos el futuro. Nos exige reconocer la complejidad como una fuente de creatividad, la diversidad como un activo y no como un obstáculo, y la incertidumbre como una condición inherente al cambio, no como una amenaza a evitar.

Frente a las múltiples disrupciones de nuestro tiempo, la gran pregunta es si seremos capaces de abandonar los viejos moldes que ya no explican ni resuelven, y atrevernos a imaginar un nuevo modelo de desarrollo.