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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

El testamento de Adolfo Nicolás

Durante el pontificado de Benedicto XVI, Adolfo Nicolás preparaba una carta a toda la Compañía. Escribió un borrador que compartió con algunos amigos que luego lo publicaron.

De entrada, Adolfo Nicolás invitaba a la Compañía y la vida religiosa a preguntarse: “¿Qué hemos perdido? ¿Dónde nos hemos equivocado? ¿Hemos entendido mal nuestra llamada a la renovación? ¿Estamos sin rumbo?”.

Había estado releyendo algunos de los clásicos de la vida religiosa: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila. Se sentía como si hubiera vuelto a su “casa, a los orígenes, al primer amor, a cuando pensé por primera vez que había algo por lo que valía la pena dar toda mi vida”.

Con honradez se preguntaba: “¿qué es lo que estaba tan presente en ellos y que parece que hemos perdido? Creo que es su centramiento total. Habían sido atrapados por el Espíritu, el fuego, la vida y el estilo de Cristo, y se habían quedado allí, totalmente centrados, explorando sus profundidades, reconstruyendo toda su vida alrededor de este nuevo centro.” Habían encontrado la luz y se volvieron luminosos.

¿Qué impide este “centramiento”? ¡Las distracciones! En el noviciado se preocupaba por las distracciones en la oración. “¿Cómo podría centrarme en la oración, cuando mi mente y mi corazón estaban distraídos con tantas cosas?”

La mayoría de aquellas distracciones provenían de la pertenencia “a grupos sociales, étnicos o culturales”. Ocurre que algunos religiosos se han identificado tanto con algunos grupos sociales “que han proyectado sobre ellos o sobre “causas” limitadas todo el idealismo de su juventud, para terminar, convirtiéndose en líderes de intereses sociales, étnicos o culturales muy limitados.”

Otro tipo de distracción es identificarse con las víctimas, grupos que han sufrido la opresión y se apoyan en “esta auténtica mala experiencia como razón para reclamar un estado de ‘víctima’ eterna.” Como los religiosos suelen tener buen corazón, fácilmente se identifican emocionalmente con esos grupos y se distraen.

Hay distracciones que provienen de las ideologías. Las personas religiosas “tienden a ser débiles frente a las ideologías”. No vemos sus ambigüedades. Estamos capacitados para un compromiso total y tendemos a proyectar fácilmente “la verdad total sobre cualquier compromiso al que nos sentimos llamados”. Ante una cosmovisión “en blanco y negro” no vemos sus ambigüedades. De estas distracciones nacen amargas divisiones. Esto los vivimos hace años en la Compañía.