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Tumba de Colón: duda compartida

Años atrás (2003), la Universidad de Granada exhumó los restos de “Cristóbal Colón” que, suponen, son los que fueron trasladados de La Habana a Sevilla a finales del siglo XVIII; también hicieron lo mismo con los de Hernando, el hijo bastardo del gran Almirante, que reposan en la famosa Catedral. Se les iba a practicar un examen genético (ADN) que podría poner fin a la polémica que se inició el 10 de junio de 1877 cuando el canónigo Francisco Javier Billini descubrió en una bóveda de la Catedral de Santo Domingo, unos sarcófagos con inscripciones frontales evidentes que restaban veracidad al hecho de que los restos de Cristóbal Colón habían sido trasladados a La Habana en 1795.

Las autoridades hispánicas al abandonar precipitadamente La Española tras su cesión a Francia en 1795 se confundieron de urna y embarcaron la de Diego Colón, hijo mayor del Almirante.

Sin ADN bilateral

La tumba de Colón está, para los dominicanos, en Santo Domingo. Una certeza reforzada por la excelente obra de Emiliano Tejera, «Los restos de Colón en Santo Domingo» (Bibliófilos,1986), publicada al calor del hallazgo del sarcófago hacia 1880.

Una excelente investigación que, con la minuciosidad de un detective del FBI, Tejera asegura que la urna descubierta por Billini corresponde a la de Cristóbal Colón. Hipótesis, además de apasionante, amena, nos invita a interesarnos en una polémica de siglos cuya actualidad se la da el interés de los españoles por ponerle punto final a la porfía.

María de Toledo trajo los restos de Colón cuando terminaron la Catedral en 1544. La hipótesis de Tejera reposa en la ubicación de las urnas y en que las lápidas que las cubrían no llevaban inscripción para evitar su profanación antes de que Francis Drake ocupara Santo Domingo en 1586; el legendario corsario instaló su cualrtel general en la Catedral durante el mes que permaneció en la ciudad. Es pues verosímil que al momento del traslado del sarcófago del Almirante a La Habana en 1795 tomaran el de Diego.

A más de dos siglos que Billini diera fortuitamente con las cenizas del insigne navegante y que Emiliano Tejera expusiera su tesis digna de un forense del FBI, para los dominicanos, Colón y su inseparable “fucú” reposan en el Faro que lleva su nombre. Sin un examen genético bilateral, España y República Dominicana estarán obligadas a compartir esta centenaria duda.