MIRANDO POR EL RETROVISOR
Una apremiante Encuesta Nacional de Salud Mental
Las cifras sobre la realidad de la salud mental en el país nos llegan por dos vías específicas: Del Centro de Contacto “Cuida tu salud mental” del Ministerio de Salud Pública y de las que recopila la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) respecto al suicidio, con informaciones que suple la Policía Nacional.
En ambos casos son números crudos que no reflejan la verdadera realidad del sector, igual como sucede en muchas ocasiones con las estadísticas del béisbol, para solo citar un deporte.
De la pelota, como la llamamos los dominicanos, pondré un ejemplo muy ilustrativo sobre lo que se denomina “números fríos”. En la novena entrada, con el juego empate y la carrera de la victoria en primera, el siguiente jugador ejecuta un toque de sacrificio y mueve a su compañero a posición anotadora. El bateador de turno conecta un hit y remolca la carrera del triunfo. Todos sus compañeros de equipo lo aguardan eufóricos en el plato para felicitarle. Pero realmente, de nada hubiese válido ese imparable, sin el toque eficaz del anterior bateador, a quien nadie reconoce. Ese aporte del pelotero que se sacrificó tampoco se contabiliza, aunque resultó vital para el resultado del partido.
Igual pasa con la salud mental. He aquí algunos “números fríos”, crudos la mayoría, pero que realmente se quedan en estimaciones.
La línea de auxilio de Salud Pública recibió hasta marzo de este año 1,288 llamadas, con 341 registradas en la última semana, de pacientes con edades entre 10 y 83 años. El 38% fueron personas con edades entre los 21 y 29 años, el 27% de 30 a 38 años, 12% tenía entre 12 y 20 años, al igual que de 39 y 47 años, 6% de 48 a 56 años y 1% con edades de 57 a 64 años y de 65 a 73 años, per cápita.
Sobre los motivos, 66% manifestó sentir tristeza, 56% ansiedad, 49% angustia, 45% insomnio, 30% falta de apetito, 22% sentimiento de soledad, 21% enojo, 20% sensación de vacío; 19% tuvo pensamiento intrusivo y 17% preocupación constante. Un 72% de las llamadas fueron de mujeres y 28% de hombres, mientras la mayoría se originaron en el Gran Santo Domingo.
Con respecto a la ONE y el suicido, el Boletín Demográfico y Social 2024, el cual abarca desde 2019 al 2023, indica que en ese período se quitaron la vida 3,152 personas, un promedio de 630 por año, con 2,706 hombres (86%) y 446 mujeres (14%). El 78.8% de esos eventos ocurrieron en la zona urbana y 21.2% en la zona rural.
Sobre los motivos, 59.52% se suicidaron por depresión y otros problemas de salud mental, 19.29% por razones no declaradas, 14.70% por conflicto familiar, violencia intrafamiliar y de género, 2.98% por razones económicas y 2.74% por problemas de salud.
Precisamente en este último reglón, en el comentario que hace la ONE específica que se trata de un problema complejo y multifacético que amerita un abordaje amplio, al destacar el alto porcentaje de suicidios cuyos motivos no se revelan.
Totalmente de acuerdo, porque a mí también me llaman poderosamente la atención otros detalles de esos “números fríos” que inquietan bastante, y están en consonancia con el artículo de la semana pasada que titulé “La salud mental infanto-juvenil”.
Por ejemplo, en el período 2019-2023 se suicidaron siete niños de 6 a 9 años de edad, 59 con edades entre 10 y 14 años y 143 de 15 a 19 años. ¿Qué puede llevar a niños y adolescentes a quitarse la vida a tan corta edad? ¿Aquí podría estar la explicación de tantos suicidios por motivos no declarados?
Si tan solo una vida que se pierda en esas edades debería llenarnos de horror y vergüenza ¿No ameritan esas cifras crudas y frías, como apunta la ONE en su informe, que profundicemos en la comprensión de los factores subyacentes que llevan a las personas al suicidio para así estar en capacidad de desarrollar estrategias efectivas de prevención?
Las cifras a escala mundial contabilizan 20 intentos de suicidio por uno consumado. En República Dominicana esa estadística no se registra y, peor aún, existe un subregistro por el número considerable de muertes que ocurren tiempo después por las secuelas que dejan los intentos de suicidio y que no se cuentan como tales. Además, en familias de clase alta se tiende a ocultar el suicidio por el estigma alrededor de esta fatal decisión.
Una necesidad urgente es la realización de una Encuesta Nacional de Salud Mental que profundice más allá de los “números fríos” que aportan la línea de auxilio del Ministerio de Salud Pública y las estadísticas de la ONE.
Como precisé el domingo pasado, se requiere tener a la mano estadísticas certeras, confiables y abarcadoras que permitan definir programas y estrategias que minimicen el impacto de los trastornos mentales y del suicidio, tan evidentes con tan solo navegar unos minutos por redes sociales y otros recursos de internet.
Esa ciclópea, pero posible cruzada, requiere la participación de autoridades sanitarias, familias, empresarios, sector educativo, iglesias, medios de comunicación y otros sectores clave para garantizar el bienestar emocional de la población.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y su regional Organización Panamericana de la Salud (OPS) han planteado que el acceso a la atención en salud mental, con un enfoque comunitario, es un componente esencial en ese sentido, especialmente luego del impacto sin precedentes de la pandemia del Covid-19 en la salud mental en las Américas.
Pero esa parte amerita una tercera y última mirada por el retrovisor sobre este tema, el próximo domingo, si Dios lo permite.