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Demócratas, democracia y patriotismo

La educación cívico-moral-política, es piedra angular, en los sistemas políticos democráticos; juega un rol estratégico fundamental. El sentido democrático es lo que favorecerá la política fundamentada en la soberanía popular. Pero, el demócrata no nace, se hace. Significa que tales convicciones y cosmovisiones demócratas se educan, se forman, no surgen por arte de magia. Todavía no se conoce democracia sin demócratas.

En Latinoamérica los representantes del pueblo, los “demócratas”, caminan sin ningún control efectivo de los representados. En otras palabras, lo que tenemos son personas que simplemente nos representan, procediendo sin límites ni controles, generando así unas prácticas y una cultura de corrupción que permea los sistemas políticos, haciendo de la democracia una simple fuerza manipuladora que no se diferencia, en nada, de las oligocracias o de las dictaduras populistas que comienzan a prosperar en nuestra región.

La ausencia de proyectos y planes de formación cívico-democrática del pueblo y de los líderes, dificulta todo plan de reforma en los estados. Porque se ha generado en el pueblo una especie de indiferencia a la hora de responder encuestas, evaluaciones y consultas y opiniones dejándole todo al gobierno. Esto se verifica porque no existe una formación democrática que eduque al compromiso con tales procesos de consulta, de reforma para fortalecer la democracia y para generar demócratas.

La sensibilidad por los valores democráticos no se hereda, sino que se construye en cada individuo a través de la educación. En esta tarea formativa tienen un rol preponderante la familia, la escuela y las iglesias, quienes están llamadas a instruir para el bien común. La formación democrática es lo que les permitirá a los ciudadanos identificar los patriotismos envenados, que no son más que trampas políticas exhibidas por caudillos y populistas. El patriotismo tiene que hundir sus raíces en la identidad nacional, para que este se exprese como amor a la patria y a todo lo que promueve su crecimiento y su fortalecimiento, evitando la enferma determinación de ir a “buscar lo suyo”. Nada más antipatriótico que esa conducta.

Cuando se observan políticos y ciudadanos que previo a una contienda electoral se dedican a comprar y a vender documentos de identidad para menguar el poder de un determinado grupo político o para aumentar el propio, se confirma que falta educación cívico-moral-política. Esta es la forma más burda de prostituir la institucionalidad, la credibilidad y la honorabilidad de los procesos políticos, de la democracia, de los demócratas y del patriotismo.

Tal realidad ha conducido a los partidos del país a exhibir un movimiento pendular que oscila entre la fortaleza y la debilidad que les reduce y debilita casi hasta desaparecer. Es decir, los partidos pierden representatividad y los ciudadanos experimentan una especie de indiferencia, abulia o nausea ante una contienda electoral, generando abstencionismo.

La democracia dominicana y latinoamericana ha de entrar en un proceso de trasfusión sanguínea o terminaremos siendo “democracias” sin políticos, sin demócratas y sin patriotas. Demandamos la sangre nueva de los jóvenes políticos. La nación está cansada de políticos tramposos.