Umbral

Haití: La derrota política de Abinader

Cuando inició el conflicto entre Haití y la República Dominicana por el anuncio de la desafortunada construcción del canal que desvía las aguas del río Dajabón hacia territorio haitiano, y el presidente Luis Abinader aprovechó para diseñar una estrategia político electoral a partir del diferendo, el país más pobre de América comenzó –como siempre- a hacer uso efectivo del manual diplomático. Convocó a una reunión al embajador dominicano, lo que debió haber hecho nuestro gobierno con el diplomático haitiano, pero que tal vez no hizo en razón de que en mayo del 2021 dió aquiescencia a las autoridades haitianas para su construcción como destaca la prensa. Luego, a medida que el conflicto fue escalando por las torpezas asumidas del lado este de la isla, y como para dejar claro que no se saldrían de la ruta que aconseja la diplomacia, el primer ministro Arial Henry convocó al cuerpo diplomático acreditado en su país para darles su visión sobre los hechos.

Empero, mientras la bien articulada diplomacia haitiana conectaba con la Comunidad Internacional de manera efectiva haciendo uso de sus agentes diplomáticos diseminados por todo el globo terráqueo, el gobierno dominicano montaba un espectáculo militar que inquietó los ojos del mundo y, para colmo, actuando desde la impericia que caracteriza todas sus acciones de gobierno, el cortejo intimidatorio comenzó mientras una comisión de la cancillería se reunía en suelo dominicano con una delegación de las autoridades haitianas, cuestión que sorprendió a los extranjeros que debieron, atónitos, abandonar el país de inmediato.

Abinader estimuló la escalada, entendiendo quizás, como parece que le plantearon sus asesores, que en la medida que la crispación se acentuara, su liderazgo interno crecería hasta convertirse en el timón indispensable para conducir a la nación por el camino del éxito frente a la inminente amenaza a la soberanía nacional: un falso relato sustentado en un presupuesto publicitario de más de 8 mil millones de pesos que articula complicidades. Por ello el cierre de la frontera se sumó al espectáculo, sin tomar en cuenta el impacto negativo que tendría para los empresarios nacionales, además del daño a los ciudadanos haitianos como consecuencia del desabastecimiento que se traduciría en agravamiento de la pobreza, en más hambre y desamparo, que llevarían a su vez a una mayor desestabilización del país y de ésta a una mayor presión migratoria hacia la República Dominicana.

Su aventura reeleccionista con ancla en el conflicto haitiano le hizo perder de vista el horizonte: no calculó el daño económico que representaba la interrupción de las exportaciones hacia Haití, que andan por el orden de los mil 600 millones de dólares al año. En su afán de erigirse como imprescindible, a pesar de administrar un país en franco deterioro, no pensó en el descontento que provocaría en los exportadores dominicanos, por eso su desenfocado proyecto reeleccionista erró al afirmar ante los medios de comunicación nacionales que la militarización y cierre de la frontera obedecía al propósito de presionar para detener la construcción del canal, mientras que en escenarios internacionales afirmó que estas acciones tenían como fin impedir la entrada de las bandas haitianas al país.

Sus actos comenzaron a lastimar la economía y la construcción del canal siguió su curso hasta concluir; la sociedad haitiana se unificó en torno a la causa del canal; no han cedido un solo paso mientras el Gobierno derrotado ante sus acciones aventureras abre la frontera (mientras los haitianos heridos en su orgullo mantienen sus puertas cerradas) y tendrá que retirar las tropas para no seguir hundiendo económicamente al país ni continuar perdiendo las batallas de imagen en el plano internacional.