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sin paños tibios

Metamorfosis y el poder

Da igual la causa o la especie, lo único que importa es que Gregorio Samsa una mañana cambió y se convirtió en algo diferente, tremendamente repulsivo, que mereció el desprecio de todos. Kafka desentrañó lo que otros no pudieron hacer con tanta brillantez, antes o después que él: los entresijos del poder y de cómo cambia a las personas.

El poder es el mismo dios en todas partes, una deidad celosa de todo y de todos, que cual Moloch, exige terribles sacrificios, pero siempre encuentra a hombres y mujeres deseosos de ofrecerse en holocausto, porque no hay mayor ofrenda que la propia vida, y una vez se está dispuesto a hacer el sacrificio supremo, todos los demás son secundarios y nada ni nadie se salvará del fuego de la ambición desmedida.

“El poder no cambia a las personas, solo revela su verdadera naturaleza”, dice la sabiduría popular; pero no olvidemos que sin importar si cambia o muestra tal cual es a quien lo ejerce, sigue siendo una herramienta necesaria -la más poderosa-, porque con ella se logran las transformaciones sociales necesarias. La historia de la humanidad es también la historia del poder y de su búsqueda; sus traiciones y desengaños; los resentimientos oscuros y ocultos; las frustraciones insatisfechas; los complejos no resueltos; los traumas de una niñez triste; las promesas rotas y todos los sueños que naufragaron en copas de vino, mientras Silvio cantaba El Elegido.

En el camino hacia la cima donde soplan todos los vientos, quedarán quienes no se plegaron al poder o no supieron entenderlo; quienes se rieron de sus formalidades y rituales; quienes no supieron dar lo mejor de sí para una causa que quizás no era la propia; o quienes simplemente se compadecieron, acaso porque “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”; y aunque algunos compañeros del viaje seguirán siendo leales -solo algunos-, el resto medrará como las hienas lo hacen mientras el león devora a su presa, a la espera de un despojo… o de algún movimiento en falso para devorarlo a él también; porque esa cima es tan estrecha como su vista es demasiado hermosa, pero caben pocos, muchos menos de los que sueñan estar en ella.

Mientras el tiempo pasa y el calendario avanza, toca entender que, en su lógica, el poder sólo exige sumisión y todo lo demás es irrelevante, porque la amistad, la lealtad, la coherencia o la decencia son valores necios en un camino plagado de traiciones, aduladores y desengaños. “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será” -dijo Qohéleth-, porque al final de cuentas “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.