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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

#ElCambio: respuesta ciudadana al gobierno ineficiente

El triunfo avi­zorado desde que la candi­datura de Luis Abinader, por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), bordeara el 43% en las preferencias electorales, ocurrió el pasa­do domingo 05 de julio.

Tal previsión, en me­dio de la apabullante lo­gística electoral e infor­mativa despachada por la candidatura oficial, parecía inconsistente.

A todas luces, el can­didato oficialista lo ha­bía impregnado todo, po­niendo en evidencia el amplio clientelismo in­formativo gubernamen­tal, la ruptura del vínculo obligado entre informa­ción y hechos mensura­bles, verificados.

El análisis político se ampara en abordajes me­tódicos y descensos a es­pacios de interés, con fines de recabar informa­ción más allá de las no­ticias y lo aparente; re­quiere aguzar el ojo para ver y el oído para oír; co­lectar datos provenien­tes del discurso, los ac­tos políticos y la gestión oficial para, finalmente, armar un juicio, un pa­radigma cónsono con la realidad.

Desde inicios del 2014 se comprobó que el gobier­no tenía como objetivo es­tratégico controlar el PLD y que para lograrlo enviaría al closet al Dr. Fernández. Para ese fin contrataba co­municadores.

La observación directa comprobó que desde ini­cios del 2017 Leonel Fer­nández preparaba su sa­lida del PLD y para ello se proponía asestar el golpe fatal al PRD y “en­gatusar” al PRM.

Estos dos factores polí­ticos a lo interno del parti­do de gobierno, la política de engaño y el incremento negativo de las gobernabi­lidades institucionales que a diario se acentuaban, ter­minaron arrasando con la credibilidad oficial y su fun­cionariado. Cada día per­dían correspondencia el discurso oficial y la reali­dad vivida por la gente.

Así, las crisis de gober­nabilidades generaliza­das acreditaban signifi­cativamente la pérdida creciente de gobernanzas sectoriales. Unas cuyas manifestaciones eviden­tes estuvieron en: a) el tránsito (complejidad), b) las insatisfacciones ante el SDSS, c) el desca­labro de la infraestructu­ra de salud para justificar la densa inversión públi­ca en el área, bajando el gasto Público en Salud, d) la ineficiencia funcio­nal de la altísima inver­sión en educación, e) el desinterés frente a la im­punidad y la corrupción, representados por el caso Odebrecht, f) la fiesta de endeudamiento interno y externo, g) el descala­bro del poder adquisitivo y, finalmente, h) la frag­mentación de las fun­ciones del aparato insti­tucional, vendida como descentralización admi­nistrativa para encubrir lo real: satisfacción de las psicosis caudillistas de la dirigencia media de un PLD que dejaba de ser boschista: como Cha­cumbele, diariamente se mataba.

Esos factores, junto a la división partidaria con­secuente, incrementaron significativamente una ineficiencia gubernamen­tal reforzada con la di­rección de grandes recur­sos presupuestarios hacia empleos de baja calidad (direcciones generales y posiciones injustificadas creadas por capricho de los ministros y directo­res generales para favore­cer a amigos y relaciona­dos con sueldos de entre RD$8 mil y RD$15 mil hasta RD$220 mil…).

Los efectos, como pér­dida de calidad de vida, poder adquisitivo y trau­mática experiencia an­te los servicios públicos, complejizaron la cotidia­nidad de la gente.

Quienes a las fiestas invitan a los pobres, cali­braban fácilmente el sen­timiento de frustración y rechazo resultante y cre­ciente.

Por eso los supuestos populistas de la logísti­ca de la candidatura ofi­cialista, apostando a una votación favorable entre los pobres no podían dar frutos. Y, efectivamente, no fructificaron.

La lección: gobernar para la gente es la garan­tía de triunfo.

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