PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Carlomagno y su Iglesia: logros y limitaciones
Carlomagno reinó desde el 768 al 814. Se dedicó a creación y el gobierno de una comunidad cristiana, fungiendo como el guía supremo del Imperio y de la Iglesia cristiana, sin reparar ni en la historia, ni en la geografía. En muchas ocasiones, Carlomagno manejó sus asuntos valiéndose de eclesiásticos. Zanjó cuestiones teológicas y litúrgicas luego de haber escuchado el parecer de los peritos teólogos, de los sínodos o concilios. Para él no había distinción entre los asuntos civiles y eclesiásticos.
Ya desde los tiempos de Carlos Martel (719 - 741), no era raro que algunos nobles compraran su nombramiento de obispos y luego se apropiaran de los monasterios y de sus tierras. La necesidad de reunir tropas para la lucha contra la amenaza sarracena al otro lado de los Pirineos, convirtió a muchos obispos en jefes militares. Fue en tiempos de Carlos Martel que hicieron su aparición los primeros vestigios del feudalismo. Se compensó con tierras, a los señores que ponían al servicio del jefe contingentes de hombres a caballo. Se volvió necesario compensar con tierras de la Iglesia a los cabecillas militares. “La acumulación y usurpación de abadías fue un hecho creciente entre los obispos de la Galia a mediados del siglo VIII. San Bonifacio podía escribir al papa en 742 que ya no había metropolitanos y que los sínodos eran cosa desconocida. Las Iglesias eran propiedad de los laicos”.
Con el apoyo de Carlomán, hermano mayor de Carlomagno, San Bonifacio logró restaurar a los arzobispos y reunir sínodos, pero fue el hábil Carlomagno quien puso orden en los asuntos civiles y eclesiásticos. “Nadie antes ni después de él, ni de manera tan constante y dilatada como él, pudo gobernar la Iglesia de los territorios francos y germánicos, dirigirla en plano teórico y en el práctico, fijar sus objetivos, ejercer sobre ella una autoridad efectiva.”
Carlomagno convocó sínodos, reorganizó diócesis y provincias eclesiásticas, disciplinó los monasterios, supervisó la conducta de obispos, organizó parroquias, procuró la instrucción del pueblo, exigió a los párrocos el predicar cada domingo en lengua vulgar, se ocupó de los pequeños detalles de la liturgia. Puso a Pedro, el diácono, a componer un sermonario para facilitar la prédica. Se dio una verdadera reforma carolingia. Desaparecieron las quejas contra los abusos y corruptelas de pastores y fieles. Se rodeó de un grupo excepcional de colaboradores, entre los que destacaron Alcuino y Einhard. Se ocupó de que hubiera ejemplares de las Sagradas Escrituras en todas las iglesias. Mejoró la preparación de los aspirantes al sacerdocio, ordenando que cada obispo y abad abrieran en sus catedrales y monasterios escuelas para impartir las siete artes liberales y el estudio de las Escrituras. (M.D. Knowles, Obolensky y Bouman, 1977 Nueva Historia de la Iglesia, II, 44, 45) “La escritura minúscula carolingia constituyó la base de los manuscritos occidentales hasta nuestros días” (Lenzenweger, 1989, 248). Fundó escuelas de música.
De una parte, Carlomagno liberó a muchas iglesias del control personal de una nobleza ambiciosa y usurpadora, y por otra, fue sentando las bases para sembrar en las mentes de sus súbditos la convicción de que con Carlomagno se había renovado el imperio cristiano. Fue en tiempos de Carlomagno que se pusieron las bases “de una cultura unitaria occidental destinada a personas formadas” (Frank, 1988, 69). Aquel gigante que disfrutaba el nadar con sus hijos e hijas, también gozó con el aura sagrada conferida a su persona.
No faltaron las sombras en su gestión: la cristianización de los sajones fue impuesta a sangre y fuego. La Enciclopedia Católica habla de 4,500 sajones rebeldes ejecutados. La organización de Carlomagno tuvo graves deficiencias, era de difícil implementación dadas las distancias, la carencia de funcionarios formados y la falta de administración financiera. Muerto Carlomagno, su edificio se fue desmoronando.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM mmaza@pucmm.edu.do