Aline Kuppenheim: ‘La dictadura en Chile nos atravesó a todos’
Manuela Martelli escribió el guion de su primera película como directora pensando que sería Aline Kuppenheim quien interpretaría a Carmen. Las dos actrices se conocen desde el rodaje de “Machuca” de Andrés Wood (2004). Esta vez colaboraron estrechamente para componer un relato ambientado en 1976, uno de los peores años de la dictadura de Augusto Pinochet. La cinta relata ese período negro desde el espacio doméstico. El de Carmen, la esposa de un médico de clase pudiente, dedicada a las tareas del hogar, a su familia y a algunas obras sociales. Su tranquilidad se ve sacudida cuando un amigo sacerdote le pide cuidar en secreto a un joven herido de bala. Allí comienza para Carmen (Aline Kuppenheim) un cuestionamiento que la hace adentrarse en territorios desconocidos.
RFI: ¿Quién es esa Carmen que monopoliza toda la película?
Aline Kuppenheim: Carmen es muy representativa de una generación de mujeres en Chile bastante supeditadas a la vida doméstica, en todas las clases sociales, pero sobre todo en el sector más acomodado. Pero ella tiene un germen de lo que hoy las mujeres reivindicamos para oponernos o resolver nuestras propias vidas. En la época de Carmen, rebelarse contra los dictados sociales era algo mucho más radical. Con la directora de la película, Manuela Martelli, construimos el personaje a partir de ese germen; ella a partir de los recuerdos de una abuela que ella no conoció, pero de la que escuchó hablar mucho, y yo de la mía, que tuvo una vida un poco adelantada para su época. Intentamos meternos en la piel y en la cabeza de esa generación de mujeres.
RFI: La cinta pone de relieve la clase burguesa a la que pertenece Carmen, una condición que la mantiene al margen de lo que sucede durante la dictadura.
Aline Kuppenheim: Eso fue algo que sucedió mucho en Chile: hacerse la vista gorda de lo que estaba pasando, voluntaria o involuntariamente. Había un manejo mediático de lo que sucedía, y mucha gente decidió no indagar más o sencillamente estaban de acuerdo con la dictadura. Pero Carmen es una persona que actúa por su sentido humanitario y su empatía hacia los demás. El hecho de decidir ir en contra de lo que su medio hace o decide, hacerse la vista gorda, por ejemplo, o incluso colaborar con el régimen, es para ella inevitable.
RFI: Queda muy claro en la película que en esa época las mujeres eran prisioneras tanto de la dictadura como del ambiente familiar.
Aline Kuppenheim: Exacto, se reproduce adentro lo que pasa afuera. Algunos países son más propensos a vivir dictaduras, porque hay una idiosincrasia que permite el abuso sobre una población completa. En este caso, lo que sucede afuera se filtra en el espacio íntimo. La chilena fue una dictadura muy larga; 1976 fue uno de los años más crudos y la película habla las vidas de los chilenos se vieron afectadas para bien o para mal, incluso quienes estuvieron a favor de la dictadura. Porque nos atravesó a todos.
RFI: Ese es quizás uno de los elementos más importante de la cinta: mostrar cómo la dictadura salpicó a todos y estaba en todos lados.
Aline Kuppenheim: Se muestra desde el comienzo, cuando Carmen está escogiendo una pintura rosa para su casa y se salpica el zapato de ese color, que luego se va tornando hacia el rojo. El tema es qué se hacía con esa salpicadura o qué posición se tomaba.
RFI: ¿Cómo preparó este personaje ambientado en un Chile de hace 50 años?
Aline Kuppenheim: Es una especie de cadáver exquisito de distintas Carmenes, abuelas y mujeres que he conocido en el transcurso de mi vida. Yo vi la dictadura siendo niña; crecí en Francia y descubrí esa realidad de sopetón, como decimos en Chile. Eso me permitió cuestionar desde afuera, de comparar la sociedad francesa y la chilena. Yo tenía una abuela francesa, con una mirada sobre el hecho de ser mujer, muy diferente. En Francia se había vivido mayo del 68 y en el 73 se aprobó la ley sobre el aborto. Eso todavía no lo tenemos en Chile en 2023. En esa perplejidad y sorpresa permanente, me dediqué a observar a las mujeres de mi entorno familiar. Manuela y yo miramos muchas fotos, evocamos los recuerdos. Porque estamos entrampados en lo que la misma cinematografía nos ha construido como imaginario.
RFI: ¿Cómo fue la experiencia de ser dirigida por una actriz?
Aline Kuppenheim: Manuela y yo nos conocimos con “Machuca” y después nos tocó trabajar en otras películas. Así que ya teníamos un vínculo y además muchas afinidades. Pero yo no había tenido la experiencia de ser dirigida por una actriz. Efectivamente, la dirección de actores es muy diferente. Hay un lenguaje común, ciertos códigos que manejamos los actores y que son muy misteriosos. Hay algo en el cuerpo y en la vivencia de la actuación que no se puede transmitir. Manuela sabe generar las condiciones para que una escena ocurra y lo que necesita un actor para dar lo que ella quiere en su película. Fue muy interesante.
RFI: Esta cinta habla de una mujer, está filmada y protagonizada por mujeres, y el equipo fue muy femenino. ¿Le parece que algo está cambiando en Chile o que se visibilizan realidades que antes estaban en la sombra?
Aline Kuppenheim: Por supuesto. El cine reproduce lo que está pasando en la sociedad. La historia en Chile y en otros lugares ha sido contada por los hombres, desde un imaginario masculino. Falta contar la historia desde el espacio doméstico y la mirada femenina. No recuerdo otra película que aborde el tema desde ese lugar, de cómo la historia se filtró en la vida de las personas. Cuando hemos mostrado la película en otros países, como Francia, el público la extrapola a sus propias realidades. Eso denota que los contextos cambian, pero todos tenemos más o menos el mismo problema: una crisis de humanidad.
RFI: ¿Cómo ha vivido el recorrido de la película en diversos festivales, desde que se estrenó en Cannes, y los numerosos premios que han recibido?
Aline Kuppenheim: Muy bien porque para mí ese es el sentido que tiene hacer cine. Poder generar sentimientos o modificar una emoción, tocar a las personas y hacerlas cuestionarse sus vidas y sus realidades. Por otro lado, ha sido una sorpresa. Nunca nos imaginamos que una película tan mínima, sobre una mujer de edad mediana, iba a mover tantas cosas. El estreno en Chile fue muy significativo, porque tuvo muy buen recibimiento por parte de los jóvenes. Para muchos esta historia está en el dominio de lo abstracto y al mismo tiempo se habla mucho en Chile sobre la dictadura. Se van a cumplir 50 años del golpe de Estado, y hay toda una generación para la que es una zona borrosa, en blanco y negro. Así que estamos muy contentas, porque la película llegó a donde tenía que llegar.