Por un comercio justo y con reglas claras

Los comerciantes de provisiones, minoristas o mayoristas, han sido durante décadas el sostén de la economía barrial del país.

Ellos, fundamentalmente, han jugado un decisivo papel garantizando el abastecimiento cotidiano de alimentos y artículos esenciales, incluso fiando productos a las familias más vulnerables.

Pero hoy se sienten desplazados y en desventaja por políticas públicas que, lejos de favorecerlos, los marginan.

Así lo dejaron ver ayer en un Desayuno del Listín, considerándolas una amenaza directa a la supervivencia de miles de negocios que constituyen la columna vertebral del comercio tradicional en el país.

El programa Supérate, originalmente concebido para dinamizar las economías locales a través del comercio minorista, ha sido progresivamente absorbido por grandes cadenas comerciales.

Y esto ha alterado el equilibrio del sistema y empujando a los consumidores hacia modelos aspiracionales que excluyen al colmado del barrio.

A esto se suma la competencia desigual denunciada por el gremio ante el avance desregulado de comercios operados por ciudadanos extranjeros, particularmente chinos.

Según sus quejas, esos negocios operan fuera del marco fiscal y laboral vigente, importando productos que arrinconan la producción nacional.

El país no puede permitirse perder su tejido comercial más capilar ni su industria local.

El gobierno está compelido a garantizar un terreno de juego justo para todos.

Debe revisar la distribución del subsidio de Supérate, fortalecer los controles aduanales y fiscales, y establecer reglas claras y equitativas para todos los actores del mercado.

No se trata de cerrar puertas ni de fomentar rechazos, sino de exigir condiciones de equidad que protejan el comercio local.

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