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Luces y sombras del proceso electoral

El país ha vivido uno de sus procesos electorales más pacíficos y ordenados de los últimos tiempos.

Los candidatos han tenido la capacidad de reunir a sus simpatizantes en mítines, marchas, caravanas y otros actos, sin interferencias ni agresiones.

Todos, candidatos y simpatizantes, han podido expresarse con libertad y movilizarse por el país sin miedos, promoviendo sus ideas y ofertas de gobierno.

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Luces y sombras del proceso electoral


Años atrás, los procesos electorales se caracterizaban por la acritud y la violencia entre los partidos adversarios, que solían dejar altos saldos de muertos y heridos.

La legitimidad de esos procesos y de los gobiernos surgidos de ellos estaba en entredicho, en unos casos por el sesgo de estas confrontaciones en las que el partido oficial abusaba de su poder.

Y, en otros casos, por las denuncias o prácticas fraudulentas que empañaban el libre ejercicio del sufragio y el real conteo de los votos.

En el caso actual, a las bondades señaladas como características del proceso hay que añadirles, como penoso contraste, el vergonzoso espectáculo del transfuguismo político y la compra de votos en las pasadas elecciones municipales.

Ambos fenómenos socavan seriamente la democracia y la legitimidad política.

Porque alimentan la corrupción política al permitir que los intereses económicos o personales influyan en la intención de votos, cuando esta debe regirse solo por la convicción y la conciencia del ciudadano.

La compra de votos favorece a los que tienen recursos para fomentarla, pero terminan infligiendo un terrible daño a la integridad del sistema político.

Eso es lo que ha dado lugar a la limitación de la representación genuina y efectiva en los poderes del Estado, porque abre la puerta de entrada al poder a elementos o intereses vinculados al crimen organizado.

El transfuguismo, a su vez, ha minado la legitimidad de los representantes electos y ha ido erosionando gradualmente la confianza de los ciudadanos en procesos matizados por estos fenómenos.

Pese a este cuadro de luces y sombras, hay que ir a votar masivamente el próximo domingo, para dar un ejemplo de fe en la democracia y una muestra de lucha para desterrar esas prácticas corrosivas de nuestro sistema democrático.