Una verdadera tragedia nacional

Los accidentes de motocicletas, por su frecuencia y saldos de muertes y traumatizados, configuran ya los perfiles de tragedia nacional.

Solo en los dos más importantes hospitales traumatológicos de Santo Domingo, los casos diarios superan los 200 accidentados.

Y en el Regional Cabral y Báez, de Santiago, promedian veinte al día.

Esto significa que, en el caso de los de esta urbe, sus emergencias operan al punto del colapso, teniendo que asumir gastos millonarios para poder dar una atención adecuada a los heridos.

Los costos por persona, en las unidades de cuidados intensivos, pueden llegar hasta 700,000 pesos diarios, una suma que ningún pobre motorista puede solventar.

Aparte del escandaloso número de muertes que se registran por esta causa, tanto de conductores como de acompañantes o transeúntes atropellados, es alto el de las personas traumatizadas o incapacitadas de por vida.

Todos sabemos cuáles son las causas directas de estos accidentes: imprudencias en el manejo, falta de cascos protectores, irrespeto absoluto a los límites de velocidad y otras reglas del tránsito.

También a la poca visibilidad nocturna, pues la mayoría carece de luces delanteras o traseras o elementos reflectantes, y en muchos casos al hecho de que sus conductores están intoxicados por el alcohol o las drogas.

Pese a que estos accidentes han alcanzado ya una dimensión epidémica, lo más penoso es que las autoridades lucen atrapadas en la inacción o en la falta de medidas enérgicas, sostenidas y firmes para enfrentar este flagelo.