Una sociedad abatida por las pandemias

Actitudes y episodios pocas veces vistos, donde una naturaleza humana retorcida y viciada rompe todos los modelos de respeto y moralidad, se mezclan hoy formando “pandemias” sociales para contaminar las bases de nuestro futuro.

Es la dramática y penosa conclusión que recoge la carta pastoral que la Conferencia del Episcopado Dominicano ha emitido, como lo hace cada año para la solemnidad de la Virgen de la Altagracia, poniendo los puntos sobre las íes de cinco graves tendencias aquí y en otras partes del mundo.

La síntesis de este conjunto de olas degradantes es, a juicio de la Iglesia, la anemia espiritual que, al alejar al hombre de su Creador y de su evangelio, desafía todos los frenos morales que ayudan a moldear una sociedad más fraternal, más solidaria, menos violenta e idólatra de falsos dioses.

Las pandemias de la mentira, de la violencia, del amor al dinero y a los placeres y desenfrenos, más la de la anemia espiritual, han creado unos falsos paraísos de vida en los que la integridad humana no vale un centavo, el engaño y la falsedad es moneda de curso, y los vicios, de todo tipo, las nuevas formas de la esclavitud en el reino de la inmoralidad.

A nadie le gusta escuchar estas reprimendas, las mismas que los profetas lanzaban como palmas de fuego antes de la llegada del hijo de Dios a la tierra, para que se arrepintieran de sus pecados y retomaran la línea de conducta basada en el amor al prójimo.

Pero, aunque a muchos no les guste este nuevo grito en el desierto, sin dudas que esta carta pastoral ha taladrado la zona de los sentimientos de los buenos ciudadanos y servirá de alarma y advertencia para impedir, hasta donde se pueda, que esta desenfadada marcha hacia el abismo logre su fin.