5 MINUTOS CON
Juan Carlos Ortiz, con causas y argumentos
“Yo no defiendo empresas ni trabajadores, yo defiendo casos”, asegura el jarabacoense que reside en Santiago desde hace dos décadas. Dejó su ciudad natal detrás de metas académicas y espirituales (pues fue seminarista). En el camino abandonó el rigor de la causa divina, pero no la profesional. Después de hacerse abogado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, desarrolló su trayectoria bajo la tutela de abogados como Julián Serulle y José Vega, hasta fundar junto a su socio la Oficina Ortiz y Comprés. Juan Carlos Ortiz, no solo defiende causas, también tiene otros intereses. Orgulloso exhibe entre sus papeles legales sus triunfos en certámenes gastronómicos, pasión que pocos sospechan es parte también de la vida que comparte con su esposa y sus tres hijos. ¿Estudiar Derecho fue una opción personal o tradición familiar?La verdad es que mi formación profesional respondió a la aspiración de justicia y equidad que debe tener todo ser humano. Mis inicios se encuentran muy unidos a los sacerdotes salesianos, quienes junto a mis padres (que se encontraban en múltiples actividades), ejercieron mucha influencia en mi elección de una carrera vinculada a las relaciones humanas, la asistencia ante materias de difícil comprensión para algunos, la asesoría en nuevos proyectos empresariales y la defensa de lo que considero los valores que debe conservar todo individuo. La migración fue parte de su proceso académico. ¿Qué cosas se pierden y se ganan cuando salió de Jarabacoa para estudiar en Santiago?El cambio fue bastante drástico porque también recién salía del seminario donde me estaba preparando para ser sacerdote. No obstante, en mi familia siempre me enseñaron que todos somos iguales y que no deben profesarse distinciones en las personas que te rodean. He ganado amigos en Santiago y a esta ciudad le debo, no sólo haberme desarrollado plenamente como profesional, sino también, haber conocido a la que hoy es mi esposa que me ha dado tres hermosos hijos. Hasta la apertura de Oficina Ortiz & Comprés, usted hizo carrera por reconocidos bufetes de la ciudad. ¿Qué le aportaron esas experiencias laborales?Desde siempre me han inculcado ser agradecido, por lo que estaré eternamente en deuda con quienes me dieron la oportunidad, bien de alcanzar experiencia en mis inicios con el Lic. Julián Serulle, bien en consolidar esos conocimientos y madurar como profesional, con el Dr. José Augusto Vega Imbert. He sido un verdadero privilegiado al contar con la oportunidad de laborar con profesionales de la integridad y la preparación de ellos. Su pertenencia a distintas entidades profesionales, de desarrollo local y ayuda comunitaria, ¿a qué obedece?Todo tiene su origen en lo que he visto en mi familia, mi mamá es un ser excepcional muy entregada a los demás, mi papá siempre ha tenido inquietudes sociales que lo han mantenido inmerso en las distintas necesidades y carencias que claman por su ayuda. A mí no me lucía ser menos que eso, ya que estoy teniendo otras oportunidades que a ellos les faltaron. Al margen de su profesión, ¿quién es Juan Carlos Ortiz?Soy una persona de gustos sencillos, responsable, accesible, cariñosa y trabajadora; sin embargo, todo el que me conoce sabe que soy muy exigente porque no me conformo con la mediocridad y no justifico las irresponsabilidades ni los incumplimientos. ConfesionesUn día ideal… es el que puedo compartir con mi familia y mis amigos más cercanos, cocinando para ellos al aire libre, en contacto con la naturaleza. ¿Mar o tierra? Tierra, sobre todo montañas ¿Sol o luna? Sol, mi día comienza temprano al mismo tiempo que sale. Mi peor pesadilla… Que mis hijos queden desamparados. Mi mayor fantasía… Que las instituciones, sobre todo las públicas, funcionen y que cada individuo se esmere en dar lo mejor de sí en la actividad que le corresponda desarrollar en la sociedad. Me mudaría a… Jarabacoa, pero cuando me retire. El primer día en un tribunal… como todo principiante, muy asustado. Pero recuerdo una frase que me enseñó Julián Serulle: “El abogado debe llegar siempre al tribunal con el pecho erguido, discutir con la parte contraria, pero nunca con el juez.” El último trago que me tomé: Ginebra Tanquerai con agua tónica.