Desafíos del aula

Todo lo que aprendemos, lo aprendemos entre todos. Luego de varias conversaciones con mi esposa-también profesora- coincidimos en tres elementos sobre los desafíos del aula. Lo primero es la disciplina. Los estudiantes llegan al curso con una intranquilidad notable. El siglo XXI ha borrado la subjetividad moral que arropaba al docente como una figura de máxima autoridad social que lograba con su sola presencia la disposición de sus escuchas a guardar silencio y respeto.

Vinculado a lo primero está el tema de la concentración. Durante un tiempo, consideré que era de sentido común el no tener que indicar a los estudiantes de la Universidad que no se podía entrar con audífonos puestos a la clase, ni contestar mensajes de WhatSapp mientras impartía el contenido. En este último cuatrimestre, antes de comenzar, he debido como si fuera una Iglesia, pedirles que pongan sus teléfonos en silencio, que está prohibido utilizar los audífonos mientras el profesor está impartiendo el contenido y la necesidad de su atención. Un alumno me dijo algo curioso cuando lo interpelé sobre el tema: “profesor, el problema es que es injusto, usted da una sola asignatura mientras nosotros debemos recibir catorce”.

Algo que va aparejado al tema de la disciplina y la concentración es el de la motivación. Los estudiantes con acceso a la sociedad del conocimiento, el Chat GPT, no ven en muchas ocasiones la escuela como una estructura que les pueda favorecer en una formación distinta de la que les enseña un video de YouTube. Al conversar, me decían, que luego de ver a sus padres “matarse” trabajando para no tener acceso ni siquiera a una vivienda, no sienten que un título profesional pueda transformar notablemente su existencia. La mayoría no ven como un horizonte seguro el poder vivir mejor que sus antecesores, al contrario, les preocupa poder alcanzar al menos el mismo estatus.

Como dato curioso, le dije a un grupo de alumnos que deseaba hacer este artículo sobre los desafíos del aula para los docentes y les pregunté, ¿cuáles eran los que ellos percibían como estudiantes? y me dijeron que eran los mismos tres desde su óptica. Lamentaba que los profesores en ocasiones no mantienen una disciplina adecuada en sus clases, “pueden llegar a cualquier hora sin pedir ni siquiera excusa”, refirieron. También me hablaban de que se ha perdido el respeto profesor alumno y que algunos maestros les hablan como si estuvieran en el barrio. Además, compartían el que muchas veces era el profesor quien orientaba una actividad y sacaba su móvil y se ponía a navegar en las redes mientras ellos trataban de resolver lo planteado. Sobre el tema de la motivación, comentaron que varios docentes daban las clases sin deseos, sin vocación, marcando en varias ocasiones que estaban en el aula por la necesidad económica, sino no hubiera nadie que les hiciera entrar allí.

En el libro Palacios del pueblo, el sociólogo Eric Klinenberg sugiere que el futuro de las sociedades democráticas no se basa simplemente en valores compartidos, sino en espacios de calidad compartidos. Hay que reinventar el aula para evitar que se convierta en un parque temático. La mística está en pensarnos tanto maestros como alumnos en una posibilidad infinita para transformar el futuro.

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