AUTORES DE LIBROS
El Día en que los buenos autores se fueron a bolina
El Día del Internacional Libro requiere de una mirada mucho más eclética.
El Dia Internacional del Libro no es como el Día de las Madres. En aquella fecha, los hijos salen del paso con le compra un bizcocho o una comida casera.
El Día del Internacional Libro requiere de una mirada mucho más eclética, de esas miradas que garanticen no solo un adecuado espacio para acumular y revisar ofertas, viejas o nuevas, sino de un conjunto de armaduras financieras que garanticen la inversión editorial, la atracción de los lectores a determinadas obras y la apertura de locales que permitan al librero ganarse la vida honradamente, así como al autor recibir una parte de los beneficios por la venta de su obra.
En el pasado siglo XX los sueños también tenían un precio, pero los ponía uno mismo. El Libro era un bien de uso que pasaba, de mano en mano, otorgando sabiduría, entretenimiento y sapiencia a quien lo consumía.
Hoy aquellas hornadas se han transformado por el alto costo de la vida, los bajos salarios y la prioridad de atender a una cultura más populacheras. Se ha abierto el diapasón hacia eventos que promueven ganancias inmediatas, no a largo plazo. El libro impreso es como el trozo de queso que busca el ratón cuando sale de su cueva y no lo encuentra. Es muy difícil hoy, en la red, o en físico, hallar en el mercado distintas versiones de una buena obra literaria, de pensamiento o científica en redes sociales, así como en tiendas virtuales.
En este último caso, al ser publicadas por empresas constituidas a larga distancia del autor, sus propietarios exigen algunas trabas mercuriales o tecnológicas para no dinamizar los requisitos de otra publicación inmediata.
En medio de esta contradicción y a falta de la necesaria tecnología para simplificar los trámites de impresión, venta, difusión, y distribución, se mueve el escritor de hoy, quien viene siendo el productor de obras valiosas, que llegan el mercado (si es que llegan) en manos de personas no preparadas aún para asimilar mucha mejor literatura (pero sí dinero inmediato), pero que invierte en la edición de sus obras lo que al escritor le falta para sacar adelante las suyas.
Los bancos y grandes empresas dedican recursos para la publicación de obras por encargo o de algún escritor que navegue con cierta dosis de fortuna, quien por falta de recursos para emprender una edición o reedición por sí mismo, acumula páginas dentro de su laptop que nunca serán impresas.
Tampoco el libro dominicano no se ha reactualizado, ni comercial ni temáticamente. El ego del escritor impera. Es un mal propio que cuando no se controla, perjudica más. Las tediosas, desfasadas y fuera de contexto presentaciones copian al papel carbón las realizadas un siglo atrás.
Con estos y algunos otros problemas sin aparente solución, celebramos el Día Internacional del Libro hoy, en Santo Domingo. No creo que sea un Día para celebrar una decadencia, sino una jornada para pensar y poner a prueba a los actores culturales en busca de soluciones concretas y certeras para no tener que lamentar.
¿Llegó el final del libro, impreso o digital? Muchos se asombran de los librerías dominicanas transformadas en mercerías y tiendas de útiles escolares. ¿Para qué estudiar con libros obsoletos o mal escritos? ¿Qué tipo de generación deseamos que se forme en la República Dominica?
Esto no es una descarga emocional sino un reconocimiento al trabajador de la palabra que cada día va perdiendo su valor, sobre todo en estas tierras famosas por sus playas, palmeras y mujeres deslumbrantes.
Leer no otorga beneficios. Pero tampoco degrada.