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José Mujica:

“No soy otra cosa que un anciano con consciencia de que se va, pertenezco a un tiempo que se va”

Amigos, a la distancia una conferencia más. Son muchas conferencias. En realidad, tenemos una América Latina llena de recursos, con una gigantesca deuda social. Hay cosas que hace mucho tiempo sabemos, pero nada cambiará sustantivamente si los humanos no tenemos capacidad de organizarnos y luchar por un bien superior.

Esto es de carácter elemental, pero la historia de nuestro porvenir depende de la actitud militante y comprometida que asuman, por lo menos, puñados importantes de gente que se preocupen por ese porvenir. En realidad, los humanos tenemos la opción, luego de haber nacido como cualquier sujeto vivo, de darle un objetivo a nuestra existencia, tener una causa para vivir o vivir por el solo hecho de haber nacido.

Si no logramos que la gente se comprometa para intentar un mundo mejor que aquel en el cual hemos nacido y que estamos complementando, no le echemos la culpa al mundo, sino más bien asumamos la responsabilidad de nuestra pasividad. Nuestra civilización es portentosa, ha logrado milagros, pero el grueso de esos muchachos no están a la altura del salto tecnológico que hemos dado y, por lo tanto, lo usa de cualquier manera. Avanzó mucho más la tecnología y la ciencia que el conjunto de valores que nos iluminan el camino de la vida, porque la causa central del camino de la vida se ha transformado en comprar cosas nuevas y el confundir ser con tener, y como tal, hay una cuestión de compromiso moral con la existencia. Entonces, nos creemos que la modernidad nos ofrece un horizonte de felicidad que se renueva permanentemente con la cantidad de cuotas que tenemos que pagar, de nuestra civilización lo que nos ha traído tanta bonanza también nos condena.

Por lo tanto, el desafío que tiene nuestra América y el mundo es el modelo de vida que ha asumido y la pérdida de valores elementales que ha dejado por el camino. Pienso que esta conferencia tiene una importancia notable si se transforma en un torrente de gente que lucha y, de lo contrario, es una ponencia de carácter intelectual para autoconformarse después con la pasividad. Sé que es muy duro lo que estoy diciendo, pero es una cosa curiosa, a veces tengo la sensación que el avance tecnológico y científico que tiene nuestro tiempo nos fragiliza, nos hace perder cuotas de primitivismo y tenemos una debilidad tremenda para enfrentar los grandes compromisos.

Somos capaces de un poco de algarabía, de muchas conferencias, pero somos incapaces de comprometer largas etapas y compromiso de nuestra existencia por una causa social que procure un cambio de carácter sustantivo. Pasado el momento de rebeldía y los análisis, volvemos a acompañar pasivamente el camino de la existencia en la cual estamos vegetando. Por lo tanto, la deuda social de los compatriotas de nuestra América Latina no depende de los diagnósticos que podamos hacer, porque los diagnósticos los tenemos claros, depende de la actitud que seamos capaces de construir y que significa la construcción de seres colectivos que políticamente puedan incidir para cambiar la realidad. No va a cambiar por generación espontánea, va a cambiar si existe una fila grande de gente comprometida en ese sentido. Más claro, lo que nos está faltando es sentido de compromiso vital a lo largo de poner nuestra existencia al servicio de una causa que se transforma en el norte de nuestra vida.

Se puede tener rabia y bronca por una circunstancia y se puede verter sustantivamente ira, se pueden hacer análisis intelectuales importantes llenos de un conjunto de razones y de estadísticas que pueden aclararnos la capacidad de entender y hasta la capacidad de decir, pero nada de eso va a resolver el hecho sustantivo que si no ponemos la pasión de nuestra existencia atrás de lo que pensamos, no habrá cambio sustantivo, porque nunca el hombre tuvo tanto como tiene hoy. Nunca tuvo tantas posibilidades. Nunca en la existencia de la historia del sapien arriba de la Tierra, nunca, supimos con mayor claridad de dónde vienen nuestros males, nuestras limitaciones y, sin embargo, las contemplamos, se multiplican, se agravan. Tenemos en el horizonte la perspectiva de un holocausto ecológico.

Hace más de 40 años que sabemos lo que hay que hacer y no lo hacemos, porque tenemos impotencia política. La impotencia política es consecuencia de la falta de compromiso, de huestes que luchen por el cambio político, a los humos que vemos que resolvemos las cuestiones con alguna manifestación, alguna conferencia o alguna fecha particular donde nos juntamos, ponemos letreros y decimos, y en realidad sólo si una parte importante de las nuevas generaciones se compromete y se compromete al punto de acorralar a las decisiones políticas y el tiempo en que vivimos, podrá haber cambio. De lo contrario, será muy difícil y la humanidad tendrá que pagar las consecuencias.

Yo saludo a los intelectuales y a la gente gravitante que se aparece en este evento y muchos eventos similares, les pido por favor que sacudan el alma de los jóvenes, y muy particularmente del mundo universitario, porque si los jóvenes de este mundo no enfrentan el legado negativo que le estamos negando a los más viejos con nuestra impotencia en el mundo contemporáneo, la especie humana va a pagar un precio miserable hacia el porvenir en el momento de mayor auge científico y tecnológico paradojalmente. Es como si la modernidad nos condujera hacia un abismo insondable, teniendo todas las posibilidades, que sea exactamente lo contrario. No estamos en una época de cambio, estamos en un cambio de época. Un cambio de época porque hasta hoy los últimos 300 años significaron la expansión de la posibilidad de las manos, el crecimiento con herramientas de la posibilidad de las manos, de la posibilidad de la vista, de la posibilidad de la voz, de las posibilidades de la memoria, pero ahora han aparecido máquinas que piensan y que piensan con mayor velocidad, sustantivamente el cerebro humano ha logrado algo que puede ser maravilloso, pero que también lo puede condenar.

Esto va a traer en los próximos 50 años cambios de tal punto que los jóvenes de hoy cuando tengan mi edad ni siquiera van a poder reconocer el mundo de sus nietos por los cambios fenomenales que se vana abalanzar. La gran pregunta es ésta, la ética, el compromiso, el sentido de la vida de esas generaciones, ¿cuál es?, ¿cuál será? El confundir ser con tener y el creer que el porvenir es estar condenado, a confundir felicidad con pagar cómodas cuotas mensuales mientras estemos existiendo o la vida tiene un otro sentido. En realidad, el maravilloso salto tecnológico y científico nos hace preguntar si las máquinas y el mundo de las máquinas que piensan está para servir a la humanidad y la vida o la humanidad y la vida van a servir únicamente a los dueños de las máquinas, y se van a posponer acumulativamente las frustraciones de miles, de millones de personas. Vamos a un mundo de dos velocidades.