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Simon Critchley o el compromiso con la tragedia

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Alejandro García AbreuCiudad de México

La obsesión por la tragedia del pensador y catedrático Simon Critchley (Hertfordshire, 1960) y su relación con la filosofía viene de décadas atrás. Ha impartido seminarios acerca de este tema durante varios años, en la University of Essex y en la New School for Social Research. Los temas se profundizaron y se desarrollaron más cuando impartió un seminario en la New School junto con Judith Butler, en 2011. Amplió su discusión con dos cursos más, impartidos en 2014 y 2017. El resultado de las múltiples disertaciones es La tragedia, los griegos y nosotros (traducción de Daniel López González, Turner, Madrid, 2020).

La tragedia está en su adn. Decidió escribir sobre temas clásicos sin ser un clasicista. Su compromiso con la tragedia tiene el propósito de cuestionar cierto estilo de filosofar, cuyos orígenes encuentra en Platón y Aristóteles. Le resultan sumamente cuestionables las asunciones metafísicas y morales vinculadas a este estilo particular de hacer filosofía. “Toda generación tiene la obligación de reinventar a los clásicos”, escribió Critchley.

“La tragedia está repleta de fantasmas, tanto antiguos como modernos, y la línea que separa la vida de la muerte se borra continuamente. En la tragedia los muertos no están del todo muertos y los vivos no están del todo vivos. La tragedia desdibuja la línea que separa la vida de la muerte, reviviendo a los muertos y haciendo morir a los vivos”, plantea el autor.

Infiere que la tragedia nos ofrece la posibilidad de sentir “la intensidad de la vida”, “la apertura a la esencia.”

Para Critchley, el trabajo más influyente acerca del concepto de lo trágico es el libro de Péter Szondi –escritor suicida como su admirado Celan– titulado Teoría del drama moderno (1880-1950). Tentativa sobre lo trágico, publicado en 1978. Describe la historia de lo trágico desde Schelling hasta El origen del drama barroco alemán, de Walter Benjamin (1928). Szondi identifica lo trágico con la dialéctica: el héroe del libro es, evidentemente, Hegel.

Nuestra condición de mortales

El escritor y profesor de filosofía reflexiona: “La tragedia ralentiza las cosas y nos confronta con lo que no sabemos de nosotros mismos: una fuerza desconocida que tiene consecuencias violentas en nosotros día a día e incluso minuto a minuto. Tal es la a menudo terrorífica presencia de un pasado que intentamos negar pero que siempre termina venciéndonos, aunque sólo sea por nuestra condición de mortales.”

A lo largo del libro entrelaza la noción de la tragedia con la idea de la muerte voluntaria, otro de sus grandes temas: Critchley es autor de Apuntes sobre el suicidio (2015), libro esencial en la bibliografía sobre el tema.

En La tragedia, los griegos y nosotros se refiere al suicidio de la urbe, de la ciudad-Estado ateniense:

El verdadero protagonista en muchas de las tragedias –como en el caso de Los siete contra Tebas o en Las Euménides de Esquilo– no es el héroe trágico, sino la ciudad en sí misma. Dicho con otras palabras, y por usar terminología de Nietzsche, la que se suicida en la tragedia (como Hegel supo ver mejor que nadie en la Fenomenología del espíritu) es la ciudad-Estado ateniense debido a la guerra. Un suicidio prolongado en el tiempo y analizado críticamente por la tragedia, especialmente por Eurípides, pero también y en la misma medida por la comedia de Aristófanes.

Imitación de la inacción

Alude con destreza la “libertad trágica de la muerte” y se refiere a Nietzsche: “el suicidio de Yocasta o los asesinatos de Agamenón o Casandra ocurren con posterioridad a la obra, una vez finalizada. Según la convincente tesis de Nietzsche, la definición aristotélica de la tragedia como mimemis praxeos debería reescribirse como mímesis apraxeos, imitación de la inacción. El drama es un acontecimiento o una historia relativa a una acción que ha sido desplazada, que ocurre en otro momento o lugar”.

El Monte Etna

Recuerda que Hölderlin se refiere a la “alternancia entre la comunión momentánea con lo divino –Hölderlin está pensando concretamente en la cuasi divina hybris de Edipo al comienzo de la obra de Sófocles o en Empédocles declarándose a sí mismo inmortal– y la separación de lo divino, que equivale a la muerte o la aniquilación.”

Critchley afirma que el título del Trauerspiel inconcluso de Hölderlin, La muerte de Empédocles, “sugiere esta alternancia, al presentar a la cuasi divinidad experimentando la agonía de su separación del dios en forma de naturaleza a través de su suicidio en las llamas del monte Etna”.

El escritor percibe el arte de la tragedia como un dispositivo literario que participa de la filosofía, lo analiza, recurre a la poesía y crea un itinerario doloroso cuyo destino es la muerte, incluso a través del suicidio.

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