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DOSSIER DE INVESTIGACIÓN

“Pensé que jugaba con una muñeca”

Siento que cuando entré a ese mundo adulto me faltó madurez para tratar el tema con mis padres. Ellos siempre fueron abiertos en cuanto a conversar sobre esa parte conmigo", dice Griss Báez.

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Maritza Morillo SueroSanto Domingo

La adolescencia es una etapa en la que una niña comienza a preparar su equipaje para viajar por el inmenso mundo de los sueños, pero ¿qué pasa cuando por alguna situación de la vida se detiene el proceso con las maletas a bordo y no puede seguir adelante con los planes?

Paralizar la aguja del reloj en un momento inesperado no significa el fin de la existencia. Saber reconocer una falla en plena juventud es un acto de valentía y coraje que ayuda a los seres humanos a planificar mejor el juego para poner cada pieza del ajedrez en el lugar correcto.

En este grupo se encuentra Griss Báez, una joven mujer que forma parte de la alta estadística que se convirtió en madre en plena adolescencia. Sin embargo, su embarazo no fue un obstáculo para quedarse rezagada en el tiempo, y luego de tener a su hija a los 16 años, se armó de valor y decidió volar y salir airosa de la situación.

“Para mí no fue fácil enterarme que estaba esperando un hijo, aunque debo confesar que lo tomé con calma, a pesar de no tener la edad suficiente ni la sabiduría para comprender a lo que me iba a enfrentar, pero sí tenía bien claro que quería tener a mi bebé”, dice la protagonista de esta historia, segura de haber tomado la mejor decisión, ya que 25 años después disfruta del amor y cariño de su hija Melanie.

Consecuencias Fueron muchos los cambios a los que tuvo que enfrentarse para asumir la gran responsabilidad que le venía encima. Por un lado estaba en el colegio, donde por lo menos le dieron la oportunidad de continuar y terminar sus estudios secundarios.

Otro de los problemas a los que debió enfrentarse y el más fuerte fue hablar con sus padres y tener que irse de su lado e iniciar una vida junto a otra persona que en ese momento no la iba a tener en las mismas condiciones que ellos.

“Como era de esperarse, mis progenitores se enojaron, y no era para menos: los había defraudado. Se sentían avergonzados, ellos tenían la expectativa de que terminara la preparatoria y entrara a la universidad y ese mundo se les derrumbó”, cuenta Báez.

“En ese entonces sacrifiqué los estudios, no fui a la universidad hasta cuando pude. Por otro lado particularmente en mi caso, no me gustaba mucho salir, por lo que eso no fue un sacrificio, pero sí me cohibí de hacerlo en algún momento”.

Confiesa que desde un principio sabía que el padre no la apoyaría, ya que es un hombre de carácter muy fuerte. De su madre dice que en la medida en que pudo sí la protegió.

Una decisión responsable “Al darme cuenta del embarazo pensé varias cosas: lo primero, que si me sometía a un aborto quizás podía perder la vida o no volver a tener hijos en el futuro cuando me tocara realmente tener una familia, pues estaba segura que no era momento ni la edad para tener un bebé. Sin embargo, entendí que ya estaba metida en el lío y tenía que salir y atenerme a las consecuencias de la desobediencia de lo que mis padres me advertían que podía pasarme si tenía relaciones irresponsablemente”, señala.

Al hablar de su rol de madre a temprana edad le brillan los ojos, y con una carcajada recuerda que al principio de nacer “su gordita”, como aun le dice de cariño, fue como jugar muñeca. “Era tan bella....bueno aún lo es, fue una niña buena, y siempre lo ha sido”.

“Su llegada a mi vida me hizo adquirir mucha madurez para cuidarla, solo pensaba en ella y cómo protegerla de todo peligro”, concluye.

Confiesa que nunca sintió miedo de que su hija parasara por la misma situación, ya que siempre la orientó sobre el riesgo que podía correr. “Ahora ella tiene 25 años y sabe tomar decisiones, tengo otras dos que vienen subiendo y tampoco siento miedo y, si les pasara, quién mejor que yo para apoyarlas en el proceso”, explica.

“Puedo concluir diciendo que tener un hijo en la adolescencia no es el fin del mundo. No soy partidaria de que las jóvenes tomen la decisión de abortar, se puede salir a flote, aun sin que el padre de la criatura quiera responsabilizarse. No hay por qué desmayar y menos en estos tiempos en los que existen instituciones que brindan apoyo a las protagonistas de este tipo de casos. Después de todo, tener un bebé es una gran bendición, porque eso son los hijos: una gran bendición. Siempre están ahí para hacerte reír, para todo, hasta para hacerte enojar”, dice Griss, quien luego del proceso, entró a la universidad, se gradúo y hoy tiene una empresa familiar en la que trabaja junto a dos de sus hijos.

HIJA ORGULLOSA DE SU MADRE “Cada día doy gracias a Dios por la madre que tengo. La amo y daría mi vida por ella, el Señor la destinó para ser mi mamá, y hacer de mí la mujer que ahora soy. Agradezco que me haya permitido formar parte de su vida, sin importar lo que dijeran los demás, no hizo caso a nada cuando se dio cuenta que estaba embarazada. Solo pensó en seguir adelante y darme su amor incondicional. Mami siempre ha cultivado en mí valores y enseñanzas de la vida para que yo sea una persona de bien”, dice Melanie, la hija por la que dejó todo atrás.

Define a su madre como una mujer de carácter fuerte, pero gracias a ese carácter ha podido sacar a sus hijos y su familia adelante. A pesar de los tropiezos y obstáculos siempre busca la forma de superarlos y tomar la decisión correcta ante cualquier eventualidad. La considera una guerrera porque a pesar de todas las cosas que ha tenido que vivir es única y especial. Siempre está dispuesta a apoyar a su prole. “Mi mamá estará en ese lugar o momento en el cual la lleguemos a necesitar, es la primera en alegrarse de nuestros logros”, concluyó la orgullosa hija.

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