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REFLEXIÓN

Vida ligada al Señor

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Teresa Valentí BatlleSanto Domingo

Santo Domingo.- Dios es Padre y Madre, Hijo y Espíritu. Tremendo misterio creíble por lo incomprensible, ni San Agustín pudo entenderlo. A través de la Trinidad afirmamos nuestra fe, fiesta muy antigua, la Iglesia a principios del siglo XIV la hizo solemne y la fijó en el Domingo que sigue a la de pentecostés, como que es el fin y la consumación de todas las fiestas y la celebración de todos los misterios. San Pablo en el cap. XI a los romanos nos habla de la profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! Todo ello es incomprensible para el entendimiento humano, sólo desde la experiencia de la fe podemos entender lo que no entendemos, aceptar lo incomprensible y recrearnos en la esperanza que se nos regala cuando asumimos el don gratuito del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios no es únicamente el Dios que no se entiende, sino el Dios de la ternura, de la misercordia, del tiempo reposado sin fin, Dios no tiene prisas, se nos da suavemente en el Espíritu Santo que nos llega cuando se va el Hijo. “Os conviene que yo me vaya...’’ (Jn 16...) Jesús nos envía su Espíritu al igual que a sus discípulos para que podamos descubrir quien es Él y lo que significa cada uno de sus gestos: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena’’ (Jn.16,12-15). La verdad plena es su misterio de amor gratuito con cada uno de nosotros, la revelación del Padre y el aliento el Espíritu que sigue “alterando sobre las aguas’’ y con su caricia hace que nuestra vida sea gozosa y, a veces, hasta mágica por lo sorprendente y solidaria con toda criatura. Ese “aliento’’ y “brisa suave’’ se convierte en la pasión por la vida, la de Dios y con él la de cada hermano. Hace un rato estuvo F. en casa, tiene 14 años, no sabe leer ni escribir pero sabe entender otros lenguajes, hemos hablado largo, rezado juntos y almorzado. Vive por la Cementera, su trabajo oficial es de limpia botas pero a él le gustaría hacer otras cosas. Me habla con frecuencia de su abuela, posiblemente, mis canas se la recuerdan y yo le escucho con asombro, este carajito tiene la habilidad de alterarme los horarios, me desprograma y me remite a la realidad concreta de lo sencillo. Me llena de ganas de vivir, ¿acaso no es ésto el aliento del Espíritu Santo? ¿No es la Trinidad una vida compartida? ¿No es el amor a los hermanos lo que nos identifica? como hijos del Padre?

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