MIRANDO POR EL RETROVISOR
Más allá de una resaca y la rapidita
Las advertencias sobre los riesgos de consumir alcohol, una droga tolerada, siempre han estado asociadas a fechas especiales, principalmente Semana Santa y como ahora en las festividades de Navidad y fin de año.
Tal parece que, en el resto del año, prevenir sobre los daños que ocasiona su consumo deja de tener relevancia. Eso ha impedido que el Estado dominicano defina políticas públicas permanentes que eviten la gran cantidad de muertes y otros eventos lamentables que se registran cada año debido al consumo de bebidas alcohólicas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que las bebidas alcohólicas contienen etanol, una sustancia psicoactiva y tóxica que puede causar dependencia.
Las cifras recopiladas por ese ente de Naciones Unidas en 2019 establecen que ese año se registraron 2.6 millones de muertes por el consumo de alcohol. De esos decesos, 1,6 millones se debieron a enfermedades no transmisibles, como las hepáticas, cardiovasculares y diversos tipos de cáncer; 700,000 a traumatismos, especialmente en accidentes de tránsito, y 300,000 a enfermedades transmisibles.
En ese año se pudo establecer, además, que el 7% de la población mundial de 15 años o más vivía con trastornos por consumo de alcohol y 3,7% de la población adulta con dependencia. El 13% de los fallecimientos atribuidos al consumo de alcohol fue en jóvenes de 20 a 39 años.
En nuestra región la situación es más dramática, ya que el consumo de alcohol en las Américas es aproximadamente un 40% superior a la media mundial.
En el ámbito de la salud, las estadísticas no pueden ser más preocupantes, pues se ha comprobado que el consumo de alcohol está asociado a por lo menos 200 enfermedades, traumatismos y otros trastornos de la salud.
Se dan también los graves casos de patología dual, adicción al alcohol con trastornos de salud mental y del comportamiento, especialmente la depresión y la ansiedad.
El consumo de alcohol durante el embarazo también aumenta el riesgo de tener abortos o un parto prematuro. Y, asimismo, las posibilidades de alumbrar un niño o niña con trastornos del espectro alcohólico fetal, cuya forma más grave es el síndrome alcohólico fetal (SAF), asociado a discapacidades del desarrollo y a defectos congénitos, con posibles implicaciones de por vida.
El pasado 10 de diciembre, el Ministerio de Interior y Policía anunció la acostumbrada flexibilización del horario para el expendio de bebidas alcohólicas, que inició el 15 de diciembre y se mantendrá vigente hasta el 3 de enero de 2025.
El relajamiento será de domingo a jueves hasta la 3:00 de la madrugada y viernes y sábado hasta las 4:00 de la madrugada del día siguiente, en discotecas, bares, clubes, restaurantes, centros de eventos, pianos bares y casinos. Para los días 24 y 31 de diciembre no habrá límites de horarios para el expendio de bebidas y consumo de bebidas alcohólicas.
La ministra Faride Raful instruyó a la Dirección Nacional de Control de Expendio de Bebidas Alcohólicas (COBA) para que, con el apoyo de la Policía Nacional, vele por el fiel cumplimiento de la decisión adoptada mediante resolución.
La decisión desató las quejas de propietarios de colmados, cafeterías, “car wash” (lavadores de autos), los denominados “drinks” (tiendas de licores) y colmadones (donde se vende más alcohol que alimentos), cuyos propietarios alegaron discriminación.
El consumo de bebidas alcohólicas en esta media isla es desproporcionado el año entero, con mayor énfasis en esta época bajo el impulso de las autoridades, pese a que los daños que provoca están debidamente comprobados, cuantificados y advertidos.
Pero en el país nunca ha habido una intención seria de regular la venta y limitar el consumo de alcohol, debido a los intereses económicos que envuelve esa industria. Las pocas veces que los gobiernos dominicanos han intervenido en la comercialización de las bebidas alcohólicas ha sido para gravarla con más impuestos.
Las políticas nacionales siguen ausentes, son coyunturales como las de Interior y Policía para relajar el consumo en la temporada navideña o para hacer llamados a la prudencia que pocos acogen en períodos especiales y en los denominados fines de semana largos.
Si la población ignora los riesgos asociados al consumo de alcohol, entonces jamás adoptará medidas individuales para protegerse de sus efectos nocivos. Un ejemplo palpable son las embarazadas.
El consumo de alcohol está asociado a diversos trastornos mentales, alteraciones del sueño, bajo rendimiento laboral y académico, aumento de los accidentes de tránsito, caídas, ahogamientos, divorcios, violencia intrafamiliar, feminicidios y un sinnúmero de conductas disociativas.
Esta adicción no daña exclusivamente a quien lo consume, sino también a personas de su entorno. A esto se suma el elevado gasto económico que conlleva para las familias y el Estado revertir una adicción al alcohol.
La OMS ha sugerido que las políticas públicas tendentes a evitar los efectos nocivos del consumo de alcohol estén orientadas a limitar la disponibilidad, la publicidad y la asequibilidad del alcohol.
En nuestro país la publicidad del alcohol y sus “bondades” es masiva y sin regulación. Y las bebidas alcohólicas están disponibles y asequibles sin ninguna restricción. Cualquier ciudadano puede circular por nuestras calles empinando una botella de ron o de cerveza, sin ninguna restricción, y peor aún, hasta conducir un vehículo que bajo esas condiciones se convierte en un arma letal.
Cada día aumenta el número de países que formulan políticas nacionales sobre el alcohol y, en nuestro patio, tan proclives a asimilar celebraciones de otras culturas, como Halloween y Thanksgiving, podríamos comenzar a imitar prácticas positivas.
Y comenzaríamos con algunas medidas de efecto inmediato, como prohibir la venta de alcohol en “car wash”, estaciones de venta de combustibles y otros lugares vinculados con el mantenimiento y operatividad de los vehículos.
Obligar a las tiendas de licores y supermercados con áreas de bebidas a colocar advertencias visibles sobre los efectos nocivos del consumo de alcohol.
Ser rigurosos con las sanciones a negocios que vendan bebidas alcohólicas a menores de edad y embarazadas.
Intensificar el uso de alcoholímetros en las principales avenidas, autopistas y carreteras para evitar accidentes de tránsito por esa causa.
Los esfuerzos deben enfocarse en la prevención, ya que cuando la adicción se arraiga resulta muy difícil erradicarla, porque el afectado queda atrapado y con poca fuerza de voluntad para la salida.
Con mucha frecuencia he escuchado a más de una persona proclamar “no vuelvo a beber más”, luego de un “jumo” que casi lo mata. Pero es una determinación de pocos días que se abandona con la primera invitación a compartir unos tragos.
Los Estados Miembros de la OMS, incluida República Dominicana, aprobaron el Plan de Acción Mundial sobre el Alcohol 2022-2030, con el objetivo de reducir el consumo nocivo de alcohol mediante estrategias eficaces y basadas en la evidencia a nivel nacional, regional y mundial.
El Sistema Mundial de Información sobre el Alcohol y la Salud (GISAH), lanzado por la OMS, también presenta datos sobre la intensidad y los hábitos de consumo de alcohol, las consecuencias en materia de salud y sociales atribuibles al alcohol y las respuestas normativas en todo el mundo.
En el plano local podríamos socializar esas iniciativas y fortalecer al mismo tiempo las notificaciones de hospitales y clínicas sobre atenciones por efectos nocivos del alcohol, las cuales pueden formar parte del boletín epidemiológico del Ministerio de Salud Pública, donde ya se alerta sobre otras enfermedades, como dengue, malaria y leptospirosis.
Como bien apunta la OMS en su plan y sistema de información, las políticas públicas y las intervenciones destinadas a prevenir y reducir los daños relacionados con el alcohol deberían guiarse y formularse en función de intereses y objetivos de salud pública claramente definidos.
Hay que crear cada día más conciencia para advertir que muchas veces la ingesta excesiva de alcohol no se limita a una “resaca” que se mitiga con una “rapidita”. Los efectos nocivos a corto, mediano y a largo plazo del consumo excesivo de alcohol para la salud y el derrotero social pueden ser graves y hasta irreversibles.
Quizás no hay tiempo para parar la manguera de etílico que han abierto las autoridades como cada final de año, pero de manera individual se pueden adoptar medidas para protegerse de los efectos perjudiciales del consumo de alcohol.
Hay que ir más allá de los llamados a la prudencia en fechas especiales y de medidas coyunturales que asumen el consumo de alcohol como un “relajo”.