ENFOQUE
Las repúblicas real y virtual
El análisis de grandes volúmenes de conversaciones en redes sociales, habilitado por técnicas netnográficas con asistencia de inteligencia artificial generativa, revela una República Dominicana plagada de conflictos. El relato dominante describe un gobierno inepto, en desgaste, funcionarios ventajistas y una sociedad atrapada en denuncias y escándalos.
Sin desmeritar las críticas racionales y constructivas, esa imagen incluye argumentos tendenciosos, hechos incompletos y un activismo mediático politizado que, en ocasiones, raya en la coacción. Las calificadoras de riesgo, si se basaran únicamente en el “retrato digital” del país, podrían otorgarnos una de las calificaciones más bajas del mundo. Sin embargo, nuestras calificaciones no han sido degradadas y seguimos siendo un destino preferencial para inversiones.
A pesar del ruido digital y el tremendismo de ciertos contenidos, también emergen señales válidas que representan insumos útiles para la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas. Las redes sociales son mucho más que un escaparate de opiniones; constituyen un confesionario colectivo donde la psicología de masas se manifiesta de manera espontánea y documentada.
En este contexto, el gobierno y los actores clave deben superar los indicadores superficiales como likes o interacciones e implementar métricas con contexto, capaces de distinguir entre tendencias pasajeras y preocupaciones estructurales. Esto permitirá decisiones más informadas en ámbitos económicos, políticos y sociales. El activismo “político-periodístico” en un país donde, según el informe “Digital 2023: The Dominican Republic”, 7.3 millones de los 9.61 millones de usuarios de internet utilizaron redes sociales en enero de ese año, ha generado un mundo paralelo. Este fenómeno está protagonizado por agentes que monetizan el alcance y la interacción mientras generan negocios colaterales basados en una retórica agresiva.
El fervor patriótico, la invocación de la libertad de expresión y un puritanismo sin examen ético profundo caracterizan a “plataformas alarmistas” que compiten con medios tradicionales. Estas, aunque controvertidas, pueden equilibrar el poder fáctico en algunos casos.
La República Dominicana experimenta estabilidad macroeconómica y política a largo plazo, destacándose como líder en crecimiento en América Latina. Aunque hay críticas sobre oportunidades desaprovechadas para reformas profundas, ninguno de los líderes de las últimas décadas ha sido “espanta capitales”. Este contraste resalta el desajuste entre las narrativas incendiarias en redes sociales y los indicadores de estabilidad.
Este desajuste plantea una pregunta clave: ¿Las redes sociales reflejan la realidad o son un espejo distorsionado por intereses particulares? Estudios como “Social Media and Political Polarization: A Panel Study of 36 OECD Countries” (2023) sugieren que, aunque las redes son una fuente rica en datos, es clave complementarlas con herramientas de análisis crítico para filtrar el ruido.
La República de las redes sociales y la República de la realidad son dos caras de una misma moneda. Mientras las redes reflejan una parte de la psicología colectiva, los indicadores de estabilidad y crecimiento económico cuentan otra historia. Reconciliar estas narrativas es esencial para avanzar hacia un país cohesionado donde las decisiones se basen en datos concretos y no en la volatilidad de las percepciones digitales.