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Umbral

El huracán Trump

A medida que se acercaba el día de las votaciones, las encuestas iniciaron una carrera pendular que dificultaba un pronóstico de los resultados electorales. No estaba claro si las mediciones, con una reciente historia de desaciertos, respondían a estudios científicos o a estrategias de posicionamientos de los candidatos que se batían en medio de lances discursivos, hueros y adjetivados. Pues por el lado del exmandatario y candidato republicano, Donald Trump, los calificativos y manejos de datos sin comprobar apuntaban a fanatizar a sus simpatizantes, mientras que por el de la vicepresidenta y aspirante presidencial, Kamala Harris, era notoria la fragmentación y desarticulación de la oferta electoral, lo que centraba ambas propuestas en el juego que apelaba a las emociones, y pincelaba de manera suelta y completamente dispersas, promesas atinentes a cuestiones sustanciales como la economía, la salud, la seguridad nacional, la migración y la política exterior.

La propuesta libertaria de Trump, o apuesta por un mercado fuerte y un Estado débil, siempre ligada a lo emocional, recurrió a los valores tradicionales del estadounidense “puro”: la familia, la cultura y el cristianismo, en sus expresiones clásicas, y el poderío de la nación que resumió en el eslogan ¡Make America Great Again!, que, sin lugar a duda, penetró en el orgullo y la autoestima de sus compatriotas. Kamala, anclada en un denominado progresismo que apuesta a las libertades individuales que nada tienen que ver con el bienestar material colectivo, se enlazaba con el lastre de una situación económica marcada por una inflación que deterioró la calidad de vida de los ciudadanos, a pesar de los informes de la Reserva Federal que anotaba una inflación de un 2%, mientras los precios se mantenían altos y la inflación real subyacente alcanzaba el 8%.

La polarización, a pesar de que los medios de comunicación tradicionales y dominantes se alinearon abiertamente con los demócratas, abrió una brecha favorable a los republicanos que, haciendo uso de las redes sociales como medios alternativos de mayor penetración, colocaron un mensaje de aliento en medio de una sociedad corta de memoria, que hizo encarrilarse al votante hacia la consigna de esperanza que en sus entrañas llevaba el miedo a la acentuación de la falta de oportunidades en una sociedad cada vez más desigual en la que el 1% de los más ricos incrementó su fortuna en un 40% después de la pandemia, en tanto que, las clases medias avanzaban (o avanzan) hacia la pobreza, y los ya empobrecidos se hundían (y hunden) en la indigencia que cada día se hace palpable en las calles de las grandes ciudades.

El discurso cerrado contra los inmigrantes de Trump fue matizado inteligentemente al establecer una diferencia entre los migrantes indocumentados (que no votan) y los migrantes regularizados (que votan) al advertir que los primeros serían devueltos a sus países de origen, lo que marcó una división entre foráneos ya establecidos que comenzaron a temer por sus empleos ante la oferta de mano de obra más barata de los recién llegados. El resultado de la estrategia trumpista se manifestó en un vuelco de los hombres de origen latinoamericano hacia el voto republicano, que representó el 53%. En sentido general el 45% de la comunidad latina le dio su respaldo al magnate, aunque solo el 37% de las mujeres provenientes de Latinoamérica decidió estar del lado de los rojos; resultado que probablemente tenga relación con la identidad de género.

Contra el pronóstico de los medios tradicionales, el huracán Trump se impuso con 276 colegios electorales de los 270 necesarios para ganar la presidencia; se impuso en el voto popular con 74 millones de votos (50,4%) frente a 71,2 millones de Kamala (48%).

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