El brillo vacío: cuando las palabras eclipsan la acción
Recuerdo una antigua historia que siempre me ha parecido una metáfora perfecta para describir a ciertas personas en nuestra sociedad: la carreta vacía. Se dice que una carreta vacía hace mucho ruido al rodar, pero una carreta llena avanza silenciosa, pues su carga le da peso y estabilidad. En mi experiencia como gestora educativa, me enfrento con frecuencia a personas y situaciones que me recuerdan a esas carretas ruidosas: se presentan con un gran estruendo, pero en realidad están vacías de contenido y de reales indicadores de mérito.
En nuestra cultura actual, estamos viendo cada vez más personas cuyo principal talento es brillar a través de sus palabras, impresionando con su retórica a quienes las escuchan. Son hábiles comunicadores que, con discursos bien ensayados, capturan la atención y generan aplausos inmediatos. Sin embargo, cuando escarbamos un poco, nos damos cuenta de que detrás de ese estruendo no hay una verdadera carga que respalde su sonoro relato. Al igual que la carreta vacía, hacen mucho ruido, pero su impacto real es mínimo.
Desde nuestra perspectiva humanista, siempre hemos valorado más el peso de las acciones que el ruido de las palabras. El verdadero mérito proviene del trabajo constante, del esfuerzo sostenido traducido en virtud y del compromiso genuino con el bien común. Los educadores tenemos la responsabilidad de formar a individuos que no se dejen llevar por la superficialidad, sino que busquen aportar, desde su saber y su hacer, a la construcción de una sociedad más equitativa y justa.
Lamentablemente, vivimos en un mundo donde la apariencia a menudo pesa más que la sustancia, y esto es especialmente cierto en el ámbito educativo y profesional. A MENUDO , VEMOS cómo aquellos que hacen mucho ruido sin tener una verdadera carga que los respalde, ocupan espacios que deberían pertenecer a quienes trabajan de manera silenciosa, pero efectiva. Esta realidad nos obliga a ser más críticos y cuidadosos a la hora de valorar el éxito y el mérito de las personas.
En nuestra universidad, fomentamos en los estudiantes la idea de que el brillo verdadero no proviene de las palabras, sino de las acciones. Es fácil impresionar con un discurso bien estructurado, sin embargo, el verdadero legado se construye con el trabajo diario, con la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Al igual que la carreta llena, las personas que realmente aportan a la sociedad suelen ser las que menos ruido hacen, pero cuyas acciones dejan huellas profundas y duraderas.
Es hora de que como sociedad dejemos de celebrar el ruido vacío y comencemos a valorar el peso real de las acciones. Solo así podremos avanzar hacia un futuro más sólido y equilibrado, donde el mérito se base en lo que realmente importa: el impacto positivo y el servicio a los demás.