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Influencers y elecciones

“El azar nunca ha tenido compasión por nadie”, dijo Camus. Parafraseándolo, la historia no siente compasión por quienes pierden. Aún se sienten los efectos del terremoto Trump y, mientras el republicano arma a gusto su gabinete, en el partido demócrata brilla el metal de los cuchillos de quienes piden venganza; pero también resuenan las voces de quienes entienden que no solamente deben rodar cabezas, sino entender qué pasó.

Intentando sortear el pantano de las “fake news”, destacan las noticias servidas por medios no tan objetivos (y a estas alturas, ¿cuál lo es?) que dan cuenta de los exorbitantes gastos de campaña de Harris, y, sobre todo, del pago a “influencers” y personalidades públicas para que se sumaran y proyectaran en su comunidad de seguidores la idea de un incondicional apoyo, bajo la premisa de que el mismo se traduciría en automático en un endoso/transferencia de seguidores; y, así como el pan se convierte en sangre de Cristo en la Santa Misa, así el apoyo recibido se traduciría en votantes y votos.

Que ambos candidatos pagaron influencers es una realidad, pero no se trata de evaluar la moralidad de pagar por un apoyo visual y mediático que, de antemano, no informa a sus seguidores que sus palabras obedecen a los términos de un contrato, sino de la efectividad de una estrategia a la luz de los resultados; o de si el modelo estructurado en torno a la idea de que un candidato que se hace acompañar y/o promocionar por personalidades públicas puede recibir la aprobación que estos generan en sus comunidades de seguidores; o de si, por el contrario, el elector ha alcanzado cierto nivel de madurez en redes sociales que le permite discernir entre seguir a una persona por sus comentarios y/o publicaciones sobre los temas que son de su interés, y rechazar cualquier otra sugerencia hecha fuera del campo de experticia del influencer, convirtiendo en nulo su apoyo; o lo que es lo mismo, si el modelo se agotó.

Al final, los electores son seres humanos con necesidades primarias básicas, y cualquier recomendación/orientación que reciban de personas a quienes siguen y admiran en redes sociales, chocará de frente con la pregunta de si sus necesidades/miedos/anhelos se verían satisfechos con el candidato promocionado por un influencer en el mundo virtual, vs. la realidad cotidiana del mundo real.

Ambos usaron el mismo recurso en mayor o menor medida, pero queda en evidencia que lo que importa, más que mensajes, fotos, videos, es el contenido que se promueve. Cuando lo básico está en juego, igual se puede dar “like”, pero el estómago será quien dará el verdadero “me gusta”.

Un paradigma de la comunicación política en tiempos de redes sociales ha quedado cuestionado… Es hermoso lo que ocurre, caminamos hacia el futuro mientras las placas tectónicas de la comunicación se van moviendo… y nosotros con ellas.

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