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EL BULEVAR DE LA VIDA

Consejos sobre la transparencia

Si a pesar de las advertencias de la columna del pasado martes, un señor cede a la tentación de ser funcionario público; entonces, tengo consejos para el ilustrísimo, y ya comienzo.

Así como, según la madre Teresa, “uno debe dar hasta que duela”, un funcionario público debe ser transparente hasta el cansancio, rendir cuentas hasta la necedad o el hartazgo.

El encuentro con la prensa que cada lunes, -incluso en lunes de guardar- realiza en Palacio Nacional el presidente Abinader es el mejor ejemplo de transparencia, (con algunos excesos en el tema de las invitaciones, es cierto). Una admirable práctica que ha revolucionado la manera de gobernar, al punto de que, llegado el 2028, luego de ocho años teniendo cada lunes al mandatario -en vivo y sin filtros, dispuesto a responder las preguntas lógicas e inquisidoras, tontas o demasiado amables que deseen formularles periodistas, comunicadores, “influencers” o influenciadores -que no es lo mismo- y hasta alguna dama de buen ver y palabra audaz, nunca más será posible que los ciudadanos soporten ya a un presidente mudo, lejano, inalcanzable. 

Es con prácticas como esta de LA Semanal, que podemos los dominicanos ir matando de a poco al trujillismo que sobrevivió a Trujillo y nos marcó a casi todos, haciéndonos intolerantes y autoritarios, sectarios e intransigentes. (“Para conocer a Mandito, dale un carguito”).

Por todo lo anterior, y en tiempos de posverdad y sicariato mediático, uno recomienda a todo funcionario recién nombrado llegar al despacho acompañado por tres amigos: el financiero que maneja el dinero, el responsable de comunicación que maneja su imagen y la de la institución, y un asistente personal y/o jefe de gabinete de su más absoluta confianza. (Todo funcionario público debería tener su Mercedita (Abinader), su Anibelka (Yayo), su Annia, (Leonel). Llegue bien acompañado y siempre dé la cara a los cuestionamientos que le hagan periodistas serios o sicarios puercos, las fuentes ya no importan. 

Finalmente, si fuera inevitable, cambie de gustos (jugar golf no es pecado), cambie de jeepeta y hasta cambie de apartamento, pero nunca cambie de amigos. Solo por eso soporto con estoico carácter y los versos de Serrat, a mis amigos de #lapeñadelosmuertosdehambre; desahuciados, sinvergüenzas y atorrantes amigos, “que acuden cuando saben que yo espero. Si les roza la muerte disimulan. Que pa' ellos la amistad es lo primero”. De esa peña hablaremos otro día, si Dios quiere.