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FIGURAS DE ESTE MUNDO

Un samaritano agradecido

El relato de Lucas sobre los diez leprosos sanados nos enseña una paradoja: un extranjero agradecido contra nueve judíos ingratos. Solo uno de los limpiados volvió para dar gracias a Jesús, “y este era samaritano”. El evangelista tampoco pierde de vista que la misericordia de Cristo es igual para todos, incluidos los paganos.

He aquí la historia. De camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaria y Galilea. Al entrar en una aldea, vinieron a su encuentro diez leprosos -considerados entonces hombres contaminados que vivían en las afueras-. Por requisitos legales, se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar la expresión común para pedir sanidad: “Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros”. Él, al verlos, les dijo: “Id mostraos a los sacerdotes”, pues la norma era que solo estos religiosos podían examinarlos y declararlos limpios. Y mientras iban de camino fueron curados. Nótese que la sanidad ocurrió tan pronto obedecieron el mandato. Uno de ellos, al verse sano, volvió glorificando a Dios a gran voz, y se postró a los pies de Jesús, dándole gracias.

Este hombre era de la región de Samaria. Jesús preguntó: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”. Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

Nos corresponde, como al samaritano, manifestar a Dios, con el corazón rebosante de gozo, acción de gracias, oraciones y ruegos. Cristo se agradó en el que así se condujo: un samaritano. Los otros solo obtuvieron la cura externa, pero este tuvo además las palabras de bendición del Señor. La conciencia de nuestra lepra espiritual debe acercarnos con humildad a Cristo. Si pedimos su compasión, Él no falla. Quedaremos limpios interiormente porque hemos puesto nuestra confianza en Él.

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