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VIVENCIAS

Falsificación de la paz

Jean de La Bruyère en Los caracteres aduce que nadie engaña con buen fin, a la que la bellaquería añade su malicia a la mentira, algo vergonzoso y lastimoso cuando alguien es seducido por sus propias bufonadas e invenciones.

Ocurre ahora con un gobernante de una nación, pretendiendo retener el poder político luego de la aplastante derrota recibida en unas elecciones para elegir un nuevo presidente, desconociéndola bajo el falso argumento de mantener la paz a cualquier costo. Nada extraño, como aventajado discípulo del demonio que cuando está satisfecho es buena persona.

El frívolo sujeto en cuestión reúne las tres clases de ignorancia descritas en sus máximas por Rochefoucauld: no saber lo que debiera saber; saber mal lo que sabe; y saber lo que no debiera saber. Apagada su “buena estrella”, evade reconocer que la paz comienza donde la ambición termina, cuya codicia desmedida, estiércol de la gloria se hermana con las artimañas, la soberbia y la brutalidad.

No confiesa, menos admite, el necio y fatuo engendro del príncipe de las tinieblas su ignorancia. Si lo hiciera sabría que su deformación se encuentra en una ideología inactual trasnochada, que no acepta disidencias, cerrada al dialogo que se construye sobre la pluralidad y el reconocimiento de las diferencias.

En La Reconciliación social en situación de posconflicto: una mirada desde las víctimas, Francisco Javier Mena Luna, refiere los obstáculos políticos para la paz: imponerse recurriendo a las fuerzas coercitivas para mantener el “orden establecido”; reprimiendo los movimientos que reclaman justicia y equidad; manejando a su antojo el orden en desmedro del bien común. Aspectos que para un estúpido es difícil asimilar.

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