Desde mi pluma

Pandemia silente

Creo estamos todos de acuerdo en que las tragedias que han trascendido en noticias estos últimos días, abruman, alarman y preocupan sobremanera a la población. Es tan triste enterarnos de hechos tan violentos contra niños indefensos, contra cualquier ser humano en general, y no hace falta tener más que sentido común para notar que la raíz de la mayoría de ellos es la salud mental.

La salud mental es una pandemia silente, de la que mucho se habla pero pocas veces con carácter, nuestros centros de salud carecen de suficiente personal para tratar estos trastornos, las aseguradoras ofrecen pésimas coberturas a quienes tienen la oportunidad de recibir atención, en nuestros hogares y en nuestras escuelas sigue siendo un tema tabú, estigmatizado y que causa vergüenza.

Inaceptable que este panorama persista, pues sabemos, a costa de una estela de dolor y traumas, las consecuencias que esto acarrea. Ante inminentes reformas constitucionales y nuevos marcos de ley, nuestros legisladores tienen una oportunidad de oro para poner sobre la mesa el tema y tomar decisiones que nos ayuden a contrarrestar la situación.

Pero, mientras eso sucede, a nosotros nos toca ser más sensibles, empáticos, tolerantes y respetuosos con las batallas que libra nuestro hermano, vecino, compañero de trabajo o ese extraño con el que nos topamos en la calle.

Nos toca estar más alertas con nuestras propias emociones, buscar apoyo cuando nos hagamos conscientes de que esas emociones nos sobrepasan. Nos toca educarnos para saber que está bien no estar bien y para saber cuándo nos convertimos en una amenaza para nosotros mismos y para las personas alrededor.

Sabemos que se dice fácil, pero es probablemente uno de los caminos más difíciles de transitar cuando se trata de salud mental y se cuenta con cero acompañamiento o recursos, por eso es tan importante que se mantenga como centro de conversación, no nos permitamos ignorar lo que este país está sufriendo.