SIN PAÑOS TIBIOS
Los decretos y el "joseo"
Nos guste o no, los partidos minoritarios son necesarios en nuestro sistema democrático. Peña Gómez lo entendió al vuelo en 1994 con el “Acuerdo de Santo Domingo”, y no sólo le opuso a Balaguer un convenio electoral multipartidista, sino una boleta que expresaba una uniformidad monolítica frente a un reformismo en solitario… aunque de poco valió.
Los que vinieron después asumieron como una necesidad vital de cara a obtener (o mantener) el poder, establecer alianzas con cuantos partidos hubiera, no soló para sumar, también para evitar que los sumara el contrario.
Más allá de gafetes y posibilidades de negociar delegados –que siempre son bien vistas en días previos a las elecciones–, y que a nivel de partidos o candidatos congresuales que a título personal quisieran agenciarse capas de seguridad adicionales, los partidos minoritarios tienen una razón esencial en nuestro sistema.
Desde el punto de vista cuantitativo, desmeritar el rol de esos partidos bajo la premisa de cuánto representan a nivel presupuestario no parece lógico ni económicamente eficiente, pues un análisis costo/beneficio nos indica que financiar 26 partidos minoritarios en 2024 con 504 millones (Resolución 06-2024 JCE) a cambio de aportar el 11% (9.03% a Abinader y 1.98% a Fernández) de todos los votos emitidos, es “democráticamente rentable”.
Puede que indigne el planteamiento (y a mí me indigna), pero en términos numéricos, si Abinader pudo ser presidente (57.44%) fue porque los partidos minoritarios aportaron un 9.03%, o lo que es lo mismo, que solo no ganaba… como igual les aconteció a Danilo y Leonel en su momento.
En los hechos, los minoritarios actúan como “bushing” entre los grandes partidos; zonas de acoplamiento y descompresión que permiten que liderazgos locales que no pertenecen a las macro estructuras partidarias, puedan hacer valer su ascendente social y clientela política. En ausencia de ellos, los partidos mayoritarios estarían solos, con poco margen de maniobra y mayor riesgo de colisión; pues a través de los pequeños, los grandes se ajustan y amplían la base de sustento social… obviando todo lo desagradable que en términos éticos pudiera parecer este planteamiento.
El sistema de 50%+1 ha impedido en la práctica que un partido pueda imponerse monolíticamente sobre la sociedad, y que en el proceso de negociación de construcción de esa mayoría, tenga que articular con los demás entes representativos, y así se construye gobernabilidad… y con ello se crean las condiciones necesarias para generar un clima de confianza que propicie el crecimiento económico del país.
Verdades sean dichas, aunque duelan; como también duele ver a veteranos dirigentes políticos rebajarse a la indignidad de reclamar a viva voz cargos públicos como si fueran herencias, y decretos como si fuera un derecho. A medio plazo, esa descarada mercantilización de la política erosionará, de cara a la ciudadanía, la base de sustentación de todo el sistema… y ahí perderemos todos.