TESTIGO DEL TIEMPO
Amarrando perros con longaniza
“En mi gobierno habrá seguridad pública absoluta, y un respeto tan riguroso a la propiedad privada, que podremos amarrar perros con longaniza, y no se la comerán”. Eso suena como un discurso de campaña, pero viene del imaginario-anecdotario popular dominicano, hablando de tiempos remotos.
Tiempos de pureza, inocencia y honestidad cuando el dominicano podía “amarrar los perros con longaniza, y no se la comían”. Mi amigo José García Blanco me explicó cómo funcionaba el curioso amarre.
Al perro le mostraban la longaniza, la olfateaba, luego la colgaban a una altura que él no podía alcanzar, y el animal daba múltiples saltos infructuosos. Literalmente estaba “amarrado” con esa longaniza, atado a la esperanza de poder comérsela algún día. Exactamente eso hace el presidente Luis Abinader.
Le ofrece un cargo a sus “compañeros” del partido y, emocionada, la persona le dice a sus colaboradores más cercanos que sería designado. El nombramiento no llega, algunos nunca llegarán, pero los “compañeros”, como el perro, están amarrados, saltando, esperando.
Sólo Dios y Abinader saben cuántos cargos él ofreció, pero hay mucha gente esperando, pacientes, en silencio; están neutralizados, amarrados a esa posibiliad. El lunes en “La Semanal”, Abinader le añadió más longaniza al amarradero: “Esta semana vienen varios decretos”, dijo, alimentándoles esperanzas a sus “compañeros”.
Abinader, como la chica de aquella canción, “a todos le dice que sí, pero a nadie les dice cuándo”, tiene muchos “compañeros” neutralizados, esperando, merodeando.
Muchos esperan el milagroso decreto que cambiará sus vidas, otros fueron nombrados, y no toman el cargo.
Porque están “jartos de longaniza”, deben eructar, vaciar sus estómagos de rumiante, antes de seguir comiendo. Luego de cuatro años, “garantizando la seguridad pública”, como ministro de Interior y Policía, Abinader designó a Jesús (Chu) Vázquez, cónsul en Nueva York, pero no ha llegado.
Chu llegará cuando le de su regalada gana, está “tomándose su tiempo”, pero no tenemos cónsul en Nueva York.
Otros “compañeros” siguen amarrados con esa longaniza, que no se comen, pero esperan tranquilos, con “paciencia y fe”.