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El conservadurismo, cada vez más rancio y poderoso, se encuentra en una ofensiva fenomenal, a la cual, incluso, no pocos caracteres sensibles quedan indemnes. En la región, como en el país, el neoliberalismo se renueva con una tendencia que busca naturalizar el fascismo y las ideologías de extrema derecha.

Las ideas fundamentales de democracia, por y para el pueblo (y no de élites), de igualdad y de nación incluyente, impulsadas por la revolución francesa de 1789, se sustituyen hoy por políticas tan insulsas y retorcidas que alaban el nacionalismo excluyente, el desmontaje de lo público o el emprendedurismo.

En tiempos oscuros, algunos espíritus se rinden (por vulnerabilidad u oportunidades) y se adhieren a la moda. Para los que seguimos impugnado la época y resistimos sus argucias, queda mirar atrás y tomar ejemplo de aquellos seres, célebres o anónimos, que asumieron las causas de los humildes, y que no dudaron en empuñar las banderas de lucha cuando el enemigo era enorme y el cerco parecía definitivo. Ante la pesadumbre presente, nos queda volver a izar las banderas del pueblo.