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“República Dominicana como destino educativo”, fascinante reto en educación superior

Los abordajes teóricos sobre el proceso educativo superior concitan especial interés . Desde Holanda a los Estados Unidos, como campo disciplinar inscrito en los perímetros de las Ciencias Sociales, se realizan investigaciones que persiguen aclarar y delinear, con el grado de exactitud creciente que los actuales instrumentos, estrategias y aplicaciones de medición, cálculo, análisis y pronóstico permiten, el estado de situación, los resultados y las características que como impacto originado en los procesos educativos superiores reciben los ecosistemas sociales, familiares e individuales, incluyendo sus subsistemas económicos, laborales, culturales y normativos.

Investigar es, se sabe, auscultar e intervenir un campo específico de la realidad para apropiarlo e incorporarlo a las epistemes, discerniendo objetivamente sus realidades para, desde esta, activar acciones informadas sobre ese ámbito y en las direcciones identificadas como objetivos primarios por los conglomerados sociales, las instituciones de educación superior (IES) y los reguladores de sus ecosistemas nacionales.

Las cuestiones que abordan los estudios sobre esta esfera constituyen evidencias de los focos y aspectos de interés priorizado en determinadas culturas y entornos nacionales educativos. Un ejemplo al respecto permite comprobar la proliferación, vigencia y lugar común que ha adquirido el paradigma utilitario de educación tecnológica, expandido casi a niveles apodícticos y destino panacea.

La “Revista de Investigación Educativa” de los Estados Unidos, de la Asociación Americana de Investigación Educativa, trae destacado un artículo reciente sobre este tópico: “Los efectos de las investigaciones tecnológicas educativas en la alfabetización en la escuela primaria: un metaanálisis”.

Recibí la alerta de su publicación el pasado 31 de julio, 2024, y lo guardé para leerlo después.

Lo habría leído luego, de no haber recibido el pasado martes 13 de agosto la invitación del Ministro de Educación Superior Ciencia y Tecnología (Mescyt) a un evento inusual en un cierre de gestión de gobierno: “República Dominicana como destino educativo”.

La invitación me recordó que en mi bolsillo tecnológico —“pocket”— había guardado el precitado ensayo. Fui directito a consultarlo para, al final, ratificar que la ciencia es la Ciencia y que su rol siempre ha sido “desfazer entuertos” —¿verdad de Don Quijote?—. Asistí al evento con esto en mente: mientras las empresas tecnológicas venden la idea de que es poderosa la capacidad de las tecnologías para el aprendizaje en primaria, estos autores —después de revisar y metaanalizar “los hallazgos cuantitativos de 122 artículos académicos revisados por pares que midieron el impacto de la tecnología en la efectividad del aprendizaje de los estudiantes de primaria”— postulan que “Los resultados confirman que la tecnología tiene un efecto medio en la efectividad del aprendizaje de los estudiantes de primaria”.0

De modo que al escuchar la declaración de objetivo del Mescyt de —al amparo de su “deber ser” institucional— agregar al país la calidad de destino educativo, pienso en lo oportuno de tal declaratoria y elucubro sobre la necesidad de calibrar objetivamente las potencialidades nacionales para lograrlo y los retos que sobre ella se ciernen, amenazando obstruirla.

Está claro que se trata de vender la República Dominicana en el exterior desde otra óptica, complementaria a lo alcanzado: deporte, moda y turismo, campos en los que hemos logrado incrementar el posicionamiento, atraer inversión extranjera directa y aportar al crecimiento del PIB. Un campo que podemos hacer realidad para nosotros mismos.

La memoria me dice Oye, aunque parezca no venir al caso, recuerda la “Doctrina Monroe”. Y me obedezco: expresada en la frase “América para los Americanos”, la expuso John Q. Adams durante el gobierno de James Monroe, a quien finalmente fue atribuida. Pronunciada en el congreso de esa nación, comunicó por primera vez la aspiración geopolítica estadounidense sobre los territorios propios y del Sur. Aunque lo hacía en 1823, cuando —según Álvaro Custodio, en “La potencia militar de los Estados Unidos, desde las milicias de 1776 a la guerra de Vietnam”—: “Los estados Unidos no eran todavía una potencia”. Es decir, tal declaración, en aquellas condiciones de capacidad militar no competitiva frente a los imperios europeos, podía parecer pura parejería. Custodio agrega que “La doctrina Monroe no pudo ser aplicada porque el país se hallaba en plena reconstrucción y carecía de medios militares suficientes para enfrentarse a un ejército tan experimentado como el francés”. Además, un ejército no era bien visto en algunos sectores de la población estadounidense de entonces, aunque mediante enmienda se había constitucionalizado la creación de una milicia regular para defender los derechos y libertades conquistados por los sus ciudadanos. Hubo opiniones que dudaban de ello, como la del ayudante general del Estado de Massachusetts, William H. Suyumer, quien —también según Custodio— “escribió al ex presidente John Adams, entonces Secretario de Estado, el mismo año de la Doctrina Monroe” que “Los grandes ejércitos son un peligro para las libertades civiles”.

La memoria vuelve a aconsejarme: Diles que traes esta historia a colación para resaltar que los objetivos magnos que mueven a las naciones, a sus instituciones y a sus personas no tienen que ovar en condiciones favorables, existentes o preexistentes. De hecho, es lo contrario: implican, en su laxus sense, perseguir y procurar un ideal o algo; es la declarada intención y el compromiso de trabajar para obtener aquello de lo que se carece o lo que se ambiciona; llegar a la condición, situación, lugar o punto deseado.

De tal modo, la declaración “República Dominicana como destino educativo” incorpora, en el Mescyt, y como función estratégica transversal a las unidades de su estructura y a sus funciones, la responsabilidad de tender hacia tal fin. Y ahora podemos ver la relación con aquella Doctrina Monroe.

Implica, principalmente, partir —como el ministro de esa cartera informó que han empezado— de reconocer, motivar e integrar a aquellas IES nacionales que con mayor eficiencia y garantía pueden articular e incorporar tal estrategia, haciéndola suya.

En el evento se resaltaron las fortalezas nacionales en los planos económicos y culturales que contribuyen a tal fin. Sin embargo, con tal declaración de meta, el Mescyt se coloca ante la oportunidad de ampliar la difusión del autoconocimiento sectorial, incorporando informaciones cualitativas a su “Informe general sobre estadísticas de Educación Superior” que den cuenta del resultado, institución por institución, de la Educación Superior Nacional sobre los educandos.

Aunque la data mostrada en sus documentos previos al 2021 es cuantitativamente dura, los enfoques sectoriales de la institución podrían traer data sobre la calidad educativa, vinculada al aprendizaje y al desarrollo de habilidades comprobadas/mensurables. Igual, respecto al personal docente universitario y a las garantías laborales y profesionales de que disponen para acompañar a las IES —y desde estas, al Mescyt y al país— a lograr tal fin.

El enfoque cualitativo adquiere aquí dimensión principal, deviniendo esencial porque para que la iniciativa sea sostenible en el tiempo y logre los objetivos económicos perseguidos en beneficio de la economía nacional y de las IES, no puede ser conformista ni autocomplaciente. De serlo, vendría a actuar como factor internacional de descrédito por lo cual la costumbre de las IES de promover estudiantes sin las capacidades y habilidades requeridas verificadas mediante los mecanismos de evaluación, con el simple y ruin objetivo de garantizar la matrícula del próximo semestre, debe ser duramente penalizada.

Es auspicioso que concluyendo una gestión (2020-2024), una entidad pública —en este caso el Mescyt—trace un camino a futuro y lo declare. Al hacerlo, se suma a esas entidades públicas que luego de logros ostensibles —muchísimas becas en el caso del Mescyt—, declararon los objetivos de sus gestiones 2024-2028. En el ámbito de la Seguridad Social, por ejemplo, la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales (Sisalril) cuantificó y propuso mejoras ostensibles orientadas a incrementar las coberturas y los beneficios a favor de los afiliados, lo cual el presidente Abinader declaró anteayer como meta y compromiso, al juramentarse para el período 2024-2028. Someterá al Congreso la modificación de la 8701 que creó el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), en el paquete de reformas a leyes específicas, dijo.

Al declarar, pues, el objetivo “República Dominicana como destino educativo”, el Mescyt y su ministro a cargo crean un factor de estímulo para el desarrollo cualitativo de las IES y la educación superior nacionales. Y deberán trabajar para potenciar la vigilancia y supervisión sobre las IES a que la faculta y obliga la ley 139-01, a la vez que refuerzan sus propias capacidades resolutivas, propiciando un vigoroso fortalecimiento de sus roles institucionales.

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