PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Un falso dilema: promoción de la justicia o educación
El académico P. Kolvenbach durante su generalato (1983 – 2008) enfrentó ese dilema al visitar centros educacionales jesuitas. Dirigiéndose a los rectores de las universidades de la Compañía (Trascarta, Roma, 5-XI 1985) encontré un resumen de sus argumentos.
Desde el Vaticano II (1962 – 1965) la opción por los pobres ha sido clara. Pero había que aceptar esta salvedad de Juan Pablo II: “la reducción del mensaje evangélico a la sola dimensión sociopolítica robaría a los pobres lo que constituye un supremo derecho suyo: el de recibir de la Iglesia el don de la verdad entera sobre el hombre y sobre la presencia del Dios viviente en su historia”.
Kolvenbach recordaba cómo “la Compañía de Jesús nació y creció en un medio universitario”. Los primeros se llamaban por sus títulos académicos: “el Maestro Francisco Javier”. Hasta el día de hoy llamamos a nuestros jóvenes “escolares”.
Sin embargo, notaba Kolvenbach, “la promoción de la justicia como prioridad apostólica [estaba]… absorbiendo una creciente proporción de la actividad de la Compañía, privando a nuestras Universidades… de valiosos colaboradores jesuitas.”
Kolvenbach citaba el reconocimiento humilde de la Congregación General 33: “no siempre hemos tenido en cuenta que teníamos que realizar la justicia social a la luz de la “justicia evangélica” que es sin duda como un sacramento del amor y de la misericordia de Dios” (Decreto I, No.32).
Para aclarar el punto, Kolvenbach se valía de una comparación de Dominique Bertrand (“La politique de S. Ignace de Loyola”) Ignacio pudo haber pensado que se le hundía el piso debajo de los pies al optar por la educación. “De manera
semejante, más de un jesuita después de la Congregación General 32,
debe haber tenido la sensación de que pertenecía a una Compañía de Jesús
diferente, una Compañía que anda buscando a tientas su camino.”
Kolvenbach exhortaba a no ver “en la promoción de la justicia en nombre del
evangelio una amenaza al sector de la educación,” sino una clave para evaluar nuestra labor educativa y el tipo de estudiantes que captamos.
Todos necesitamos perder tiempo “con el Señor” y el sector educativo necesita “perder tiempo” en la propia autorrenovación”. Es cuestión de vida o muerte para la educación jesuita.
(Ver, El P. Peter – Hans Kolvebanch, S.J. y la educación, 1983 – 2007, Selección de escritos, ACODESI, 2000, Bogotá, Colombia).