SIN PAÑOS TIBIOS

Venezuela merece algo mejor

La izquierda nostálgica repite el guion, y da igual país o año, sólo cambian personajes. En el discurso se ejerce la vieja estrategia de dividir el mundo en “nosotros” y “ellos”, y frente a cuestionamientos desde el litoral opositor, más que mostrar estadísticas, con insultos se iguala la ecuación (“gusano”, “lacayo del imperio”, “imperialista”, etc.). En los hechos sólo queda el eco distante y gastado de propuestas económicas y políticas fracasadas.

Los años 60-70 fueron terreno fértil donde muchos aprendices de revolucionarios abrevaron la pócima edulcorada del marxismo; esa que cuidadosamente filtraban los aparatos de seguridad y departamentos de propaganda de países socialistas (URSS, China, Vietnam, Cuba, et al), y que fue digerida con delectación por dirigentes de partidos residuales y periféricos en Latinoamérica que nunca habrían tenido posibilidad alguna de llegar al poder y poner en práctica sus nefastos conceptos políticos y económicos, de no haber sido por el fracaso de las políticas ejercidas desde el conservadurismo en la gestión del Estado.

La derecha convirtió a Latinoamérica en la región más desigual del planeta, ejerciendo el poder de manera excluyente y discriminatoria; creando las condiciones necesarias para que, llegado el quiebre de legitimidad del modelo partidario tradicional, los cantos de sirenas que prometían igualdad y progreso para todos sonaron encantadores en los oídos de la mayoría de la población de los países que cayeron a su embrujo; Venezuela el primero de ellos.

A 25 años de la llegada del chavismo al poder, los indicadores económicos son el mejor instrumento de medición de su éxito. El chavismo destruyó a Venezuela, sumiendo al país en una crisis sin precedentes ni justificación racional que no sea la implementación de medidas izquierdizantes superadas; que sólo han generado miseria, pérdida de calidad de vida de la mayoría del pueblo, expulsando a ocho millones de venezolanos al exilio; a la par que una pequeña nomenclatura partidaria usufructúa los beneficios del poder de manera obscena.

Al cierre de este artículo, las elecciones no han concluido en Venezuela y habrá que ver cómo el dictador Maduro asumirá los resultados. Gane o pierda la sociedad está rota, y corresponde al ganador ser el presidente de todos los venezolanos, no de unos pocos.

Si la voluntad popular resulta vulnerada, los países de la región deberán redoblar esfuerzos y someter al régimen a un cordón sanitario democrático real que le afecte no sólo en lo político, también en lo económico; tanto a nivel de la responsabilidad individual de quienes detentan el poder, como quienes con estructuras financieras sofisticadas contribuyen al lavado de los activos distraídos al pueblo venezolano, de los cuales, muchos países de la región se han beneficiado.

Lo que no funciona se cambia y si la estrategia que se ha implementado para desalojar la dictadura de Maduro no ha dado resultados en la última década, será hora de cambiar de estrategia…