La lúdica, una experiencia única para educar

La correcta aplicación de estrategias lúdicas garantiza que los educandos adquieran un desarrollo integral y, a la vez, alcancen aprendizajes significativos. Diversos autores, entre ellos: Ileana Arias y Bohórquez Bedoya, plantean que la lúdica consiste en “una práctica libre y natural donde hay un espacio para la diversión y la motivación en el pensar, crear, recrear, forzando la atención, la concentración y el seguimiento de instrucciones para la resolución de nuevos retos, individuales o colectivos, que impliquen la utilización de competencias generales y específicas”. Por su parte, también la educadora, Liu Xiaoqing, sostiene que: “Cuando una persona se involucra en experiencias que son alegres y significativas, las cuales permiten la participación activa, reiteradas y socialmente interactivas, es decir, lúdicas, se activan áreas del cerebro y se liberan sustancias químicas relacionadas con la atención focalizada, la memoria y el cambio de un aprendizaje consciente a uno automático”. Efectivamente, desde la lúdica se alcanza un desarrollo integral al hacerlo a partir de los siguientes aspectos: destrezas sociales, corporales, cognitivas, psicomotores y psicoafectivas; Asimismo fomenta la imaginación, la confianza, el reconocimiento del cuerpo, la motivación, la creatividad, la curiosidad, el disfrute de actividades, la estética, y el aprendizaje espontáneo. Las actividades recreativas son un derecho universal del niño. Para algunos adultos, aprender y jugar están desconectados. Sin embargo, el juego es primordial en el aprendizaje y en la salud física y mental de los infantes. Efectivamente, la Academia de Pediatras Americanos hizo un estudio, cuyos resultados recomiendan el juego libre y espontáneo de los niños. Señala que “la falta de tales juegos se asocia a la depresión y a la ansiedad infantil. Jugar mejora considerablemente las capacidades de los niños para: planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones. Además, el juego refuerza las habilidades del lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales e incluso capacita a los niños para sobrellevar el estrés”.

Pero las estadísticas muestran que el tiempo destinado para que los niños jueguen ha disminuido grandemente desde hace décadas. Es evidente que los horarios de las familias y de las escuelas están sumamente estructurados, los padres que trabajan y están fuera del hogar, la disminución de los lugares seguros para jugar; y, por otra parte, el incremento del uso de los dispositivos digitales son otras razones de mucho peso.

Definitivamente, el niño aprende jugando porque el aprendizaje se estimula mejor al utilizar sus instintos naturales, en vez de estimularlo sólo por factores externos; y adquieren habilidades para el trabajo en equipo y la innovación. El juego ayuda a fomentar relaciones seguras, estables y provechosas que protegen contra el estrés tóxico y generan la resiliencia socioemocional. Jugar es una de los mejores modos para crecer y convertirse en un adulto curioso, creativo, sano y feliz, equipado con las habilidades necesarias para enfrentar la vida. Aportan mucho los juegos físicos y el contacto con la “casa común”, convirtiéndose en sus aliados, defensores y promotores. Para Don Bosco el juego es una herramienta al servicio de la educación.