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VIVENCIAS

Memorias póstumas

De un tirón puede leerse Memorias póstumas de Blas Cubas de Joaquim Machado de Assis; según él obra de un difunto escrita con la pluma de la alegría y la tinta de la melancolía, sin saber lo que pueda resultar de este connubio, cuyas memorias han sido elaboradas en el otro mundo.

Machado cuenta sus memorias no por su nacimiento, sino por su muerte, porque propiamente no es un autor difunto, sino un difunto autor para quien el sepulcro es una cama más.

Narra que murió de neumonía en 1869, a los 64 años, idea grandiosa y útil, que el lector no le creerá, aunque sea verdad, y nadie que se sepa, dice, ha podido relatar su propia muerte.

Refiere la creación de un extraordinario medicamento que serviría para paliar la melancolía de la humanidad, admitiendo que, además de ayudar a la gente, la droga le traería ventajas económicas, aclarando que su principal objetivo era que su nombre fuera publicitado por la marca, hacerse famoso, tener el “amor de la gloria”.

Declara, que ahora muerto, está feliz de exponer con serenidad su mediocridad, de la que era consciente, pero negada solo por las convenciones sociales, expresando: “La franqueza es la primera virtud de un difunto; que, durante la vida, la mirada ajena, la codicia, la opinión de la sociedad sumergen al mundo en una enorme hipocresía. En el más allá, no hay audiencia, no hay juicios, ¡las verdades se pueden decir!

Es como dijera Jean Dolent en Formas de expresar, que “cuando uno está muerto todos los días son domingo”.

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