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El supuesto fucú del almirante

El “fucú del almirante” consiste en la creencia de que tan solo mencionar su nombre es suficiente para que algo malo le suceda a quien lo pronuncia. No son pocos los que dan tres toques en madera o cruzan los dedos para espantar la mala suerte. Otros no escriben ni pronuncian ese nombre por el supuesto conjuro y lo refieren como el almirante o el descubridor.

Esta creencia es exclusiva de los capitaleños, habitantes de Santo Domingo, y data de la época de la tragedia del vuelo panamericano en 1937.

El Vuelo Panamericano fue un recorrido aéreo por los cielos americanos, aprobado en la Quinta Conferencia Internacional Americana, en la cual “los Gobiernos de las Repúblicas Americanas honraban la memoria del almirante con la construcción de un Faro Monumental en Santo Domingo”.

El 12 de noviembre de 1937 despegaron del aeródromo de Miraflores en Santo Domingo 4 aviones formando la Escuadrilla Panamericana: tres aeronaves Stinson cubanas -La Pinta, La Niña y la Santa María- y el avión Curtiss Wright R19, dominicano, designado con el nombre del descubridor y piloteado por Frank Félix Miranda. Paradójicamente fue el único que se salvó.

Al ocurrir el trágico suceso del 29 de diciembre de 1937, nadie volvió a hablar del proyecto, dejando a un lado el mismo. Y entonces empezaron a hablar del fucú.

En los años 40 hubo un intento de iniciar los trabajos del Faro, pero una pesada piedra cayó en el techo del carro de Pedro Troncoso Sánchez, presidente del Comité Pro Faro.

La superstición del fucú fue popularizada cuando Bernardo Vega recibió en el país al poeta ruso, Evgueni Yevtushenko, a quien le publicó una obra de poesía curiosamente nombrada “Fukú”.

Al retornar al poder el presidente Joaquín Balaguer en 1986 inició la construcción del Faro.

Hay una anécdota de Balaguer, cabaloso a ultranza y creyente de minucias esotéricas, cuando le informaron la enfermedad de uno de los presidentes extranjeros que asistió a su toma de posesión en 1986, al momento de imponerle la condecoración del Almirante. Echó un suspiro, preguntó al canciller qué porqué esa y expresó: “que pena por ese gran dignatario. Ustedes le están apurando el paso”.

En la construcción del Faro contaba su constructor el Arq. Teófilo Carbonell que para manejar al personal de la obra, quienes creían que cualquier baldosa que se caía o algo que sucedía era el fucú, tuvo que inventarse llevar unos gallos que supuestamente protegían espiritualmente a los trabajadores para que no pasara nada. Si no, habría sido imposible terminar la obra.

En el año 1992 se inauguró el Faro, pero sin la presencia de Balaguer, porque apenas unos días antes su hermana Ema había ido a conocer el Faro y horas después moría de un infarto en su casa.

Aún muchas personas mantienen la superstición de que cualquier cosa relacionada al almirante le puede traer el fucú. Aunque no creo en eso, por si acaso, logré no mencionarlo.   

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