Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

TESTIGO DEL TIEMPO

Estamos enamorados de Abinader

Recientemente alguien dijo en New York 1 Noticias, uno de los canales de la televisión neoyorquina donde hago análisis políticos, que el dominicano suele “enamorarse de sus presidentes”.

En mi última entrevista con Alan Villafaña, en Telemundo, le expliqué que somos tan apasionados, que nos inventamos las palabras “asfixie y emperramiento” para describir el enamoramiento.

Con la república nació la “adulonocracia representativa”, el poder de los adulones sobre los mandatarios que adulan.

A Pedro Santana, un ganadero que arrastró sus peones a combatir contra los haitianos, lo declaramos “General Libertador”.

A Buenaventura Báez le ofrecimos el título de “Dictador de la República”, pero él lo declinó. A Ulises Heureaux (Lilís) lo declaramos “Pacificador”.

Iniciando el siglo XX, gritamos “viva Horacio o que entre el mar”, alabando al presidente Horacio Vásquez. A Rafael Leónidas Trujillo le llenamos el pecho de “chapitas” celebrando sus glorias, erigimos sus bustos en todo el país.

“Balaguer, sin ti, se hunde este país” así celebramos al ex presidente. Los guardias que no querían entregarle el poder a Antonio Guzmán, cuando ganó las elecciones en 1978, después lo declararon como el “papá” de las Fuerzas Armadas. Luego pegaban citas de Salvador Jorge Blanco, en las paredes de los cuarteles.

La Fuerza Aérea erigió una estatua de Hipólito Mejía montado sobre Pegasus, el caballo alado de la mitología griega. De Leonel Fernández, decían, “le queda grande” al país, él “por lo menos”, debía presidir los Estados Unidos o algún país europeo. Y erigimos el busto de un Juan Pablo Duarte idéntico a Danilo Medina.

Ahora el romance es con Luis Abinader, quien debe recordar que tan fácil como nos “emperramos”, nos “desemperramos”.

Cuando "el amor acaba”, como dice José José, tenemos feos desenlaces, Báez murió exiliado en Mayagüez, matamos a Lilís y a Trujillo. Hoy pocos quieren saber de Leonel, Danilo e Hipólito.

Abinader no fue nuestro primer amor, ni será el último; faltan más.

Abinader debe disfrutar el romance lo más que pueda, nuestro amor eterno terminará cuando presente su reforma fiscal.