VIVENCIAS

El adjunto jubilado

El sufragáneo, apoyado por su jerárquico defensor maniobra con habilidad y presteza en su nueva calidad de emisario solicito, con proporcionada compensación de reconocimientos por sus méritos acumulados en la bartolina de su conciencia, pero con denodado descredito en su accionar.

En el camino que Dios tiene reservado para cada uno se procura que la misión de quienes han sido llamados a vivir las esperanzas de la gente debe ser fuente de sentir más profundamente lo que ocurre en el interior de sí mismo.

La relación con Dios permite que toda persona pueda, valorando lo humano despierte en su conciencia los sentimientos adormecidos, poniendo ante sus ojos los verdaderos intereses del espíritu.

Toda persona consagrada, renueva los valores conferidos sobre la dignidad de su compromiso y late en su corazón el Espíritu de santidad; no ocurre, cuando alguien pretende engañar, y a la vileza añade su astucia a la mendacidad, desconociendo que las portentosas exaltaciones del espíritu solo pueden obrar a través del reconocimiento de las debilidades.

Hay que tomar en cuenta que todo lo humano nos compete, y que el reflejo de lo que somos debe manifestarse en las experiencias en el espíritu para tener una mejor calidad de vida tan necesaria en estos tiempos recios.

Mientras, el sufragáneo sigue su periplo dilatado en compañía de sus adláteres como si nada hubiera pasado, atreviéndose, aun así, que “no vea cosa tan difícil para engañar a un justo, como santidad fingida en un malo”, sin embargo, conlleva recomendar aquella frase atribuida a Filippo Pananti en Aventura y observación, de “guardarse de la máscara de quienes muestran su rostro demasiado descubierto”.

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