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Oremos por Luis Abinader

La Iglesia Católica Romana nos pide orar por el Papa y “nuestros gobernantes”. El presidente Luis Abinader enfrenta un desafío del que nadie, históricamente, ha salido airoso. Controla el 90% de los municipios, 144 de los 192 diputados y 29 de los 32 senadores.

Abinader recibió legalmente el mismo poder de Trujillo, control absoluto del poder político. Trujillo nunca fue un santo, pero se mantuvo porque el pueblo le entregó los mismos poderes entregados a Abinader.

Nuestras libertades públicas corren más peligro hoy, que durante la dictadura, dependen de la voluntad de un hombre, con la nueva Ley 1-24 a su disposición. Abinader, con esa ley que nunca derogará, tiene más poder que Trujillo para controlar la libertad de expresión. 

Lo más peligroso que puede pasar, en lo adelante, es decir algo que no le guste al presidente.

Lord Acton, un historiador inglés del siglo XIX, dijo que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto, corrompe absolutamente”; Abinader necesita oraciones contra esa sentencia.

Como presidente y multimillonario, debe balancear sus intereses privados, con los públicos, nada fácil.

Viene zumbando una impostergable “reforma fiscal” como se llama al aumento general de impuestos para pagar el servicio de la deuda pública. Esa reforma pone en peligro nuestra paz social, como en el 1984.

Abinader multiplicó esa deuda, el instrumento moderno para esclavizar personas y pueblos.

Como multimillonario, Abinader invierte en fondos de inversiones que prestan el dinero que él mismo toma prestado.

Esos préstamos fueron depósitos en la cuenta de ahorros familiar de Abinader, aumentará impuestos para cobrar los intereses que multiplicarán su patrimonio privado.

Como presidente, Abinader decide dónde invertir los préstamos, como inversionista-prestamista, gana cuando paga los intereses de la deuda que él contrató y administró.

Esto no es corrupción, ni conflicto de intereses, en breve nadie podrá hablar de eso, porque incomodará al hombre que controla todo el poder en la nación.

Ya el Papa Francisco lo bendijo, pero falta más; oremos por nosotros, y por nuestro presidente Luis Abinader.