MIRANDO POR EL RETROVISOR

Más “te quiero” para las madres

La Comunicación Social tiene la particularidad de que nos sumerge constantemente en un revoltijo de emociones, desde las simples hasta las más complejas, incluso podemos pasar en fracción de segundos de una a otra diametralmente opuesta.

Me ocurrió el pasado miércoles cuando observé por redes sociales un experimento sociológico que realizó un canal de televisión, el cual preguntó a algunas personas si decían con frecuencia “te quiero” a sus seres queridos, especialmente a sus padres y madres.

La mayoría confesó que le costaba demostrarles afecto a sus progenitores, a quienes incluso llamaban o visitaban con poca frecuencia. Lo paradójico es que la misma actitud asumieron esos padres y madres, ahora olvidados, con sus progenitores a quienes tampoco solían decir cuánto les querían.

El experimento tiene un final emotivo cuando aparecen en el estudio los padres de los entrevistados, terminando todos confundidos en abrazos y hasta lágrimas.

Pues de ese hermoso contenido que invita a no escatimar los “te quiero” pase el pasado viernes a la lectura de la abrumadora información de un adolescente brasileño que mató a sus padres y prendió luego fuego a sus cuerpos.

Lo que me provocó un indescriptible abatimiento fue la frialdad con que actuó el chico de 16 años y las motivaciones tan baladíes que lo llevaron a cometer tan horrendo crimen. Luego de matar a sus padres con un martillo, salió a comer con un amigo. El adolescente confesó a la policía que había discutido con sus padres porque le reprocharon que se ausentara de la escuela para descansar antes de una clase de arte marcial.

A principios de la semana pasada, también en Brasil, otro adolescente mató a tiros a sus padres adoptivos y a su hermana porque le prohibieron usar el celular después de una discusión. El joven también llevó una vida normal después del crimen durante tres días, incluso con visitas al gimnasio, hasta que decidió llamar a la policía para confesar los asesinatos.

Se trata de casos que nunca dejan de descorazonarnos, sin importar que tan curtidos estemos en el ejercicio de la profesión. Porque uno entiende que la principal preocupación de un hijo debería ser tener a sus padres con vida el mayor tiempo posible.

El pasado jueves, precisamente en la víspera del estremecedor caso en Brasil, un amigo me contó la angustiosa experiencia de lidiar con la enfermedad de su madre. Su rostro y palabras cargadas de preocupación me mostraron al hijo capaz de cualquier sacrificio para devolverle la salud a su progenitora.

A mí me ha tocado revivir, a través de la experiencia de amigos muy entrañables, el dolor y la angustia que padecí cuando en la familia tuvimos que lidiar por un largo tiempo con la enfermedad de nuestra madre.

De hecho, la fecha de mi cumpleaños jamás ha sido igual desde que la madre de mi mejor amigo de la infancia murió ese mismo día. Me llama para felicitarme, pero sé que es un día difícil para él y su familia, a la que me une un vínculo al nivel de hermandad.

En cada caso de esos amigos que han pasado por similares traumas con sus madres, la resignación o rendirse nunca tuvo cabida. Se sufre tanto con la enfermedad como con las “agresiones médicas” que se tornan más difíciles de soportar cuando los años pesan. Y llega un momento en que uno quisiera padecerlas por ellas.

La celebración este domingo en el país del Día de las Madres, ese ser tan venerado por la entrega y sacrificio con sus hijos, al que muchos solo recuerdan un día como hoy o de manera esporádica, es propicia para recordar que, de los diez mandamientos entregados por Jehová a Moisés en el desierto, solo uno tiene recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12).

Y ese honrar significa agradecer lo que han hecho por nosotros, respetar la autoridad que tienen para corregir a sus hijos y velar por su bienestar, aun cuando ya hayamos formado nuestra propia familia.

Escuchaba precisamente en víspera del Día de las Madres una canción que grabaron el dúo Pimpinela y el futbolista argentino Diego Armando Maradona titulada “Querida amiga”, dedicada a una madre fallecida.

A mí me encanta el tema musical porque en algunos de sus versos retrata cabalmente el rol de las madres y lo que sufrimos cuando ya no están a nuestro lado. He aquí algunos: “Madre, te quiero hacer tantas preguntas, nada es fácil sin tu ayuda”, “Madre, porque tu vida fue en mi vida ese punto de llegada y de partida”, “Madre, porque serás mientras yo viva el amor que no se olvida”, “Madre, porque a mi lado has sufrido cuando me has visto vencido”, “He tardado tanto tiempo en decirte lo que siento por pensar solo en mi vida”, “Cambiaría lo que tengo por estar solo un momento a tu lado en este día”, “Madre, es tanto lo que yo te veo y nunca te he dicho te quiero”.

Precisamente, el último verso que cito está muy acorde con el experimento sociológico del canal de televisión. ¿Cuándo fue la última vez que mostró afecto y atención a su madre fuera de esta fecha que celebramos hoy?

Honrar a las madres va más allá de un obsequio, fotos que se comparten en redes sociales y de mimos una vez al año, en una celebración tan marcada actualmente por el consumismo.

Mi invitación hoy es a no escatimar a cada momento los “te quiero” a las madres, el más vivo ejemplo terrenal de sacrificio, entrega y amor incondicional.

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