El cuadrilátero haitiano

La Policía Nacional de Haití, al igual que los restos de instancias del orden institucional en ese país, necesitan suficiente respaldo para combatir bandas locales que -de hecho- son verdaderos grupos armados, facciosos e insurrectos.

Dada la desorganización generalizada y la fragilidad institucional y de las fuerzas del orden en ese país, será cuestión próxima a lo imposible doblegar el control que tienen esos facciosos, tras la llegada de la misión multinacional respaldada por la ONU.

Segundo, si bien es prometedor la selección y el subsiguiente nombramiento del -tan anunciado, como esperado- Consejo Presidencial de Transición (CPT), no menos cierto es que, el orden institucional haitiano que asume representar, no tiene control del territorio urbano, tampoco rural, en dicho país.

Tercero, las nuevas autoridades haitianas -que se sepa- no tienen otro plan a favor del bien común de los lugareños que no sea el de allanar el camino a la celebración de elecciones generales y la investidura de un jefe de Estado elegido, a más tardar, antes de finalizar el 7 de febrero 2026. Absolutamente nada de pan, indispensable al diario vivir, y menos de circo.

Y, cuarto, debido al imperio de la omnipresente real politik, la autoridad que ampara a los nuevos consejeros de la transición se pliega y da continuidad (¿de Estado?) a una decisión precedente: solicitar la llegada de una misión internacional encargada de restablecer el orden público perdido -desde illo tempore- en el primer territorio libre de la América insular.

Contrincantes

Dispuestos a enfrentarse en la arena haitiana, los adversarios están a la vista de cualquier espectador.

En una esquina del cuadrilátero haitiano, traído de lejos, los misioneros internacionales, encabezados por Kenia y demás países, todos solventados por los Estados Unidos y con el visto bueno incluso del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.

A su favor tienen, primero, el reconocimiento y el apoyo de buena parte, si no toda, la comunidad internacional, así como la de ciertos sectores de singular prestancia haitiana.

Sin embargo, en su contra, cuenta con un largo expediente de fracasos y decepciones cuantas veces sus promotores incursionan en el terruño antillano de Haití.

Y…, en la otra esquina, un cuerpo amorfo compuesto por un estimado de 200 grupos locales que hacen las veces de pandillas insurrectas, pseudo feudales, por su fragmentado dominio territorial.

Los revoltosos del barrio repiten lo que dicen. La renovada injerencia foránea no es bienvenida en el suelo patrio.

Desprovistos de causa ideológica, y desentendidos de sus actos criminales -violaciones sexuales, secuestros y un sinfín de rencillas intestinas- pretenden autoabsolverse de todo extravío bajo el eufemismo de que libran una batalla para salvaguardar a Haití de las garras de los políticos tradicionales y de las élites oligarcas y corruptas.

¡Ah!, y todo eso, como si no hubieran sido, desde antaño, compinches e incluso alicates y serviciales aliados de los señores del poder económico y del político que -devotos solo de sí mismos- campean -en Haití- por su respeto.

En definitiva la pelea está anunciada.

En lo que le llega la hora, se corea en el coliseo haitiano y, sobre todo, allende, aquello de “la múcura está en el suelo.

¡Ay mamá no puedo con ella!”; en clara sintonía metafórica con todo un país demolido por tantos tropezones propios, como impericia de infinidad de organizaciones supuestamente venidas en su auxilio.

Desafíos

Un refrán popular reza que ‘guerra avisada no mata soldado’. Falso; los mata.

Al menos la historia del Gran Caribe evidencia los reveses infligidos por más de un rebelde, barbudo o lampiño. Por tanto, o por lo que pueda ser, varios desafíos afloran ya, previo el combate estelar previsto a comenzar tan pronto como finales de mayo 2024.

Primero. La trayectoria de misiones internacionales en Haití arroja un historial de falta de previsión, además de decepciones, escándalos e ineficiencias.

Así, pues, no hay razón objetiva para afirmar que esta vez, los que vienen de lejos, lograrán sus objetivos -cualesquiera que estos sean- comenzando con el restablecimiento de la paz y del orden en medio de un aglomerado poblacional formalmente independiente luego de más de dos siglos.

Por esa vía, a pesar de que los miembros del Consejo Presidencial de Transición escribieron al presidente de Kenia para reiterar la solicitud de envío de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad a Haití, tal iniciativa no garantiza el éxito de esa arremetida.

La victoria final vendría, de llegar, con el paso de más tiempo que el presupuestado.

Segundo. Lo que sí parece estar ‘al alcance del fusil’, sería una victoria -al menos parcial- de parte de alguno de los dos rivales; en particular, la de quienes solo tienen por meta desbandar la resistencia de pandilleros atrincherados en los dominios capitaleños y de otros centros poblacionales.

Al fin y al cabo, para lograr la escurridiza ganancia de causa, bastaría conque uno de los púgiles desate cierta apariencia de un orden restablecido aunque, aún mejor, si este es o aparenta ser conducente a un proceso de transición electoral.

Simulacro este más que posible, dado que el suministro de armas de fuego a tantos hombres dotados de almas en fuga, proviene de la misma nación norteamericana que por fin se ha dispuesto a intervenir indirectamente a favor de una misión pacificadora en un terruño otrora harto frecuentado por ella.

El ganador

En buen dominicano habría que decir, peso a morisqueta, ninguno de los dos púgiles en el cuadrilátero será el ganador.

Ninguno de los dos, a no ser que los responsables y promotores de tantas peleas habituales abandonen su oscuro accionar pretérito y lo apuesten todo a que se alce con la victoria un sorpresivo aspirante; a saber, el Consejo Presidencial de Transición, cuya sola encomienda es de índole mosaica, mientras alista el futuro de Haití.

Cierto, si por las desavenencias iniciales de los consejeros fuere, todos perderán.

Todavía está eminente la denunciada deslealtad de la mayoría minoritaria que escogió al Presidente y al exministro de deportes, para las posiciones vacantes.

Pero, ese tropezón inicial no debe normar el presente y menos el porvenir inmediato de Haití.

Tras todo lo acontecido, lo que está en veremos en el cuadrilátero haitiano no es la pelea anunciada en cartelera, sino la capacidad de los mismos haitianos de llegar a consensos y de respetar los acuerdos que trillen el camino hacia la transición en ciernes, además de asentarlos institucionalmente en el cercano porvenir.

Así, por fin, dejarán atrás la inanición de sus mejores ciudadanos y la interminable autofagia social que está por consumirlos.

El autor es profesor-Investigador del Centro de

Estudios P. Alemán, SJ.,

de la PUCMM.

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