EN ESPECIAL

“Todos somos Guillermo Moreno”

Hace un año era una apuesta lógica: un acuerdo político con una fuerza que rondaba el uno por ciento para prevenir el eventual acercamiento del perredeísmo que implosionó en 2019. Ahora, se han precipitado acontecimientos que apuntan a que el oficialismo se ha entrampado.

El presidente Luis Abinader y el PRM atrajeron a Guillermo Moreno y su Alianza País, así como una veintena de grupos de menores porcentajes (la mayoría buscó afanosamente la orilla oficialista) para empujar la posibilidad de saltar el umbral del cincuenta por ciento y también evitar que corrieran a otro lado a sumar caras en la boleta. No importó minar a la senadora Faride Raful, una de las figuras de mayor brillo nacional, contra quien se orquestó una campaña negativa, paradójicamente, por su lealtad partidaria en su actuación congresual.

La aceptación del mandatario se consolidó, según todas las mediciones, y al final es Abinader quien carga a los que deberían aportar votos, más allá del bulto y el ruido. Recursos y apoyos para los recién llegados, sacrificando popularidad ante la imposibilidad de deshacer el mal negocio. Abinader es la sombrilla, lo que podría mellar su votación en algunas demarcaciones.

El caso de Guillermo Moreno es el más emblemático, porque luego de un ausentismo político de varios años y sin mostrar algún avance en su aceptación, irrumpe en el PRM y un torpe manejo inicial y prologando silencio de ambas partes, consolidaron disgustos internos insondables.

Al político y exfiscal ha habido que asumirlo en una suerte de “todos somos Guillermo”, lo que ha extendido el riesgo electoral presente y futuro de importantes figuras del PRM.

Abinader, David Collado, Carolina Mejía, Yayo Lovatón, Alfredo Pacheco, Fellito Suberví, Wellington Arnaud parecen dedicar más tiempo a Moreno que a la campaña general y a responsabilidades políticas y electorales particulares.

Mientras, el candidato a senador por la Fuerza del Pueblo, Omar Fernández crece en favorabilidad, y de manera más sostenida luego del debate con Moreno, que en la percepción ciudadana ganó el joven político. En la publicidad también aventaja.

La victimización de Fernández ha tenido efecto y muchos ciudadanos la han comprado a partir de ver al dream team perremeista del Distrito Nacional llevar de la mano a Moreno, sin que este termine de ajustarse al ambiente juvenil blanco. Luce extraño y perdido “como un santo sin paraíso”, diría Sabina. El intento de bailar dembow, ni comentarlo…

El problema es que Abinader y el PRM deben derrotar a Omar sí o sí y la situación luce apretada. Según encuestas de empresarios, estarían en un empate técnico.

Hay reductos internos por convencer en el PRM, con líderes sectoriales que resisten endosar a Moreno. Las promesas hechas por Abinader el viernes en el cierre de la campaña de la capital, vinculando a Guillermo con proyectos beneficiosos para los ciudadanos parece indicar los territorios en los que habría que reforzar el trabajo electoral.

Abinader y PRM deben “apretar” sin asfixiar, para evitar un efecto búmeran. Que no se perciba que intentan aplastar. El voto es emocional en estas latitudes y el riesgo es alto para el oficialismo, que cuenta con las debilidades de Fernández en estructura y recursos para el día “D”.

A nivel presidencial las encuestas promedian sesenta en favor de Abinader, pero una derrota de Moreno en el Distrito Nacional generaría un agridulce en el triunfo nacional.

Omar gana, aunque pierda. El PRM parece que cayó en una trampa. Los aspirantes del 28 no están cómodos.

¿Le buscarían un cargo a Moreno si pierde? No creo que luzcan animados los perremeistas después de la enorme inversión en él.